La natación es quizás uno de los deportes de mayor exigencia física. La comunión con el agua, con las piscinas, es origen de grandes nadadores en la historia, y punto escénico de importantes hitos en el mundo del deporte. Su práctica es también prescrita por los especialistas como remedio médico. Una terapia incuestionable en muchas situaciones. Vida. Salud. Con sólo cinco años, Anna Ortiz Sanchis (Alginet, Valencia, 9/10/1990) vio que «el agua podía hacerla mi territorio y de la natación mi casa; la natación me ayuda a convivir con mi diversidad funcional».
Conectó con el agua por vez primera con un año y medio. Fue niña de nacimiento prematuro y la consecuencia fue una parálisis cerebral infantil, afectando a la movilidad de piernas y brazos. Su diversidad funcional se rige a la actividad motora y la coordinación. Los médicos aconsejaron a los padres de Anna que en la natación y el deporte se podría lograr una mejoría física. Así fue. A sus 23 años es una de las mejores deportistas adaptadas nacionales. Se proclamó campeona de Europa de natación adaptada en 50 metros braza en 2011. Desde 2007, en esa misma categoría, ha ganado todos los campeonatos de España disputados.
Y sus objetivos pasan por estar en los Juegos de Río 2016, pero como advierte, y después de que cayese en el último momento de la lista para la cita paralímpica de Londres, «antes del dos va el uno», así que su principal preocupación es «entrenar, entrenar y entrenar, y buscar mejorar marcas. Luego, ya veremos». Próximamente, acudirá al campeonato nacional en Córdoba y allí buscará seguir mejorando y para ello la prepara Vicente Puig.
Anna estudia periodismo -es su vocación- y entrena a diario en la piscina de Campanar. Cuenta con la ayuda de las becas ADOP y durante la semana vive en la residencia de la Fundación Deportiva Municipal de Valencia. Un hogar para los deportistas. La competición se concentra habitualmente en los fines de semana, pero cada vez que puede se traslada a la cada de sus padres en Alginet. «En mi casa me enseñaron valores como el sacrificio, la superación, la ilusión, o la constancia, y los pude reforzar en el deporte», significa la nadadora.
«El deporte es vida. La natación me ayudó a vivir con mi diversidad funcional, a reforzar valores, a mejorar físicamente,... De hecho, me pregunto qué será de mí sin el deporte si llevo nadando desde que tenía un año y medio y tengo veintitrés», reflexiona Anna, al tiempo que advierte que en el deporte «nunca nadie me ha dicho que no pudiese hacer algo», aunque concreta que sí le ha sucedido en la vida cotidiana y explica que «cuando me dicen que no soy capaz de hacer algo más fuerza me dan para realizarlo porque en mi vida no está el concepto de rendirse».
La nadadora de Alginet es consciente de que no se puede vivir profesionalmente de la natación adaptada y concreta que «quisiera dedicarme al periodismo porque sé que el deporte no me va a dar de comer. No soy ni un Cristiano Ronaldo, ni un Casillas, ni un Messi, o un Fernando Alonso, con lo cual tengo que estudiar. Es importante para mí que todo mi entorno familiar, deportivo, y de amistades siempre me han facilitado todo para compaginar el deporte y el estudio. Si pudiese dedicarme al periodismo deportivo mejor. Y en el deporte, quiero seguir hasta que el cuerpo me diga que no puedo».
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