Se dice que los ojeadores de los equipos españoles desplazados al Mundial de Turquía del mes pasado hubieron de hacer más de cinco mil kilómetros en una ruta de Estambul, Gaziantep, Antalya, Estambul, Rize, Antalya, Estambul, Trabzon y Bursa con el objetivo de ver el mayor número de partidos. En l’Alcúdia, en el Cotif, sin embargo, lo tienen todo en una misma ciudad, en un mismo terreno de juego. La vida del ojeador futbolístico, aunque muchas veces privilegiada, es otras tantas engorrosa, costosa y cansina. Miles de partidos cada año y cientos de partido en verano con el objetivo de reforzar las plantillas de los clubes que les pagan. Las jóvenes estrellas son el bien más preciado, pues, a bajo coste, pueden acabar convirtiéndose en un negocio incalculable, ya sea económico o deportivo. El trabajo de los observadores técnicos de jugadores, sin embargo, es muy costoso para los clubes, pues han de pagar su stage en ciudades de toda Europa. Es por ello que el Cotif l’Alcúdia es tan valorado. Se puede ver en el terreno de juego de Els Arcs a diez selecciones distinguidas a nivel internacional con miles de atractivos, desde la velocidad endiablada de los japoneses, al hermetismo defensivo de los bielorrusos, pasando por la creatividad en el juego de los españoles o el temperamento sudamericano de los argentinos o mexicanos. También otras zonas más vírgenes a nivel futbolístico como Bulgaria, Arabia Saudí, Qatar, Australia o Canadá aportan posibilidades de encontrar joyas. Es el caso, por ejemplo, del dorsal número diez de los nipones, Nakajima, quien, pese al rumbo de su selección (ya están eliminados), ha causado sensación por su criterio con el balón y su imponente circulación. También he concentrado muchas miradas el delantero centro de Australia, Peter Skapetis, con cuatro goles en el torneo, o el interior izquierdo de Argentina, Almeida, con una verticalidad de lujo.
Así, están acreditados en el Cotif más de treinta ojeadores de clubes de todo el mundo, con equipos italianos (Juventus, Inter de Milán, Milán, Udinese o Atalanta), ingleses (Everton, Tottenham, Manchester United, Brighton o Chelsea), rusos (Zenit), holandeses (AZ Alkmar), franceses (Mónaco) o búlgaros. Por citar algunos nombres destacados. Evidentemente, la lista se alarga considerablemente, siendo extraño el conjunto español que no cuenta con un observador en el torneo alcudiano. También trabajan en el Cotif empresas privadas que fichan jugadores para gestionar sus carreras y obtener beneficios con sus traspasos y marcas deportivas (caso de Nike) que buscan imágenes para sus productos.
Como se ha tratado una infinidad de veces, el Cotif no es para menos. Cientos de jugadores de primer nivel han pisado el tamiz sintético de l’Alcúdia, también cuando era césped natural. Lejos de los mil veces nombrados Raúl, Casillas, Cafú o Kaká, también han jugado el Cotif primeras filas (y jugadores enormemente rentables para sus equipos) como Sergio Busquets, Víctor Valdés, Pedro Rodríguez, Mauro Icardi, Nono, Vadillo, Isco, Dani Alvés, De Rossi, Mendieta, Ariel Nahuel Ruiz, Iborra, Arbeloa o Rondón.
Las libretas echan humo estos días en el Cotif. Los ojeadores acuden puntuales a por las alineaciones del siguiente partido, estructuran la alineación en sus esquemas y apuntan severos calificativos sobre los jugadores que consideran destacados. No todos coinciden sobre los futbolistas que ficharán. El arte es subjetivo.
COTIF
Carles Senso
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