Montserrat, Mestalla y la venta ambulante de dignidad

Martes, 25 de diciembre de 2012 | e6d.es
• Llega un segundo grupo de policía, que las busca hasta que las encuentra, y les dice que no, que lo considerarán un acto de venta ambulante y las sancionarán

Está tan claro que los políticos y las instituciones que los encumbran y protegen funcionan a bandazos, a ráfagas heladas de víscera y sinsentido, que resulta casi redundante destacarlo.
Hace pocos días el presidente de la Comunitat Valenciana, Alberto Fabra, no podía resistir el para el hipnótico atractivo de las cámaras y los flashes periodísticos y se dejaba caer, como quien no quiere la cosa, frente al tendereta de las Madres de Montserrat, esas mujeres a las que la intransigencia y furia recortadora del departamento de Educación de su gobierno han obligado a desnudarse para poder llevar a sus hijos al colegio en autobús, para adquirir un calendario mientras prometía que "lo estudiaría detenidamente", no se sabe muy bien si el calendario o el caso.
Apenas se han apagado los ecos de ese ridículo mediático falsamente conciliador cuando la policía local valenciana, que no debe tener tiempo para leer diarios, las aparta con cajas destempladas de los aledaños de Mestalla cuando están realizando la misma operación.
Y puede ser que no tenga nada que ver, puede ser que sea casualidad, puede ser que el hecho de que las retiraran no tenga una explicación. Puede ser todo eso. Y también puede ser que el mundo se haya acabado el pasado día 21 de diciembre y no nos hayamos dado cuenta.
Unos primeros policía municipales no ponen problemas -si es que lo sensual es un arma que desarma al más pintado de los agentes del orden, sobre todo si son locales- y ahí podía haber quedado la cosa.
Pero llega un segundo grupo, que las busca hasta que las encuentra, y les dice que no, que lo considerarán un acto de venta ambulante y las sancionarán, que tienen que dejar de hacerlo.
No soy yo muy de partidos ligueros en los campos de fútbol pero me temo que están rodeados los estadios de tenderetes con banderolas, camisetas, escudos y parafernalia varia de todo equipo de fútbol que se precie, los reventas, conocidos por todos y habituales semana tras semana -o al menos en los grandes partidos- se pasean impunemente por las cercanías haciendo el negocio que la afición exacerbada al fútbol les permite. Y si no los hay en Mestalla, los hay en todos los demás.
Y los agentes locales se pasean sin pedir una licencia, con las manos en sus cintos cual agentes de la migra sin Rai Ban ni sombrero de ala, haciendo la vista tan gorda que el orzuelo de la indiferencia y la transigencia amenaza con cerrarles definitivamente la mirada.
Por no hablar de los cientos, casi miles de veces, que se ve a infantes recolectando para el Domund - que siempre es domingo, no lo olvidemos-, para la lucha contra el cáncer o para cualquier otra causa para la que se pueda agitar una hucha ante los rostros y bolsillos de los viandantes. Tan solidarios, como poco, como el calendario vendido por las Madres de Montserrat. Estan vendiendo banderitas a cambio de la voluntad, según la estricta interpretación del segundo grupo de agentes para con los calendarios.
Pero cuando unas madres venden un calendario que se han visto forzadas a hacer por la injusticia de un cambio de criterio en las mediciones que ha dejado a sus hijos sin transporte escolar, la cosa cambia, cuando se ponen a vender la imagen sensual de sus cuerpos para reclamar aquello que ya debería estar pagado y cubierto por sus impuestos y los de todos, ahora destinados a otras cosas, los agentes locales se acuerdan de la venta ambulante.
Y tienen razón, las Madres de Montserrat estaban en Mestalla haciendo algo prohibido y denostado por el gobierno de Fabra en Valencia y de Rajoy en toda España. Estaban vendiendo algo que no quieren que se propague ni se comercialice, que no desean que se extienda ni que sea adquirido por los ciudadanos de  este país y mucho menos al módico precio de cinco euros.
Las madres de Monserrat están dedicándose a la venta ambulante de dignidad y lucha y eso no puede permitirse. Aunque Fabra la haya comprado por error.
Mientras se vendan gorras, camisetas falsificadas, banderitas o  llaveros valencianistas no pasa nada, mientras se negocien a millón entradas de segunda oleada, todo está bien. Esa es la venta que desea y potencia el Gobierno.
Todo lo que nos aleje de los recortes, lo que nos venda victoria donde hay derrota, lo que nos venda triunfo donde hay miseria por sus políticas, lo que nos de la imagen de un equipo ganador, de una selección triunfante o de una liga de altos vuelos se puede vender, se debe vender. Sea de forma ambulante o no.
Pero las Madres de Montserrat están en otro negocio. Cada una de sus curvas, cada una sus fotos, vende lucha, vende dignidad, vende no conformarse con las blusas cerradas y los ojos agachados con la decisión de quitarles lo que les pertenece a sus hijos por derecho para acumularlo como oferta de paz a una banca arruinada en negocios tan suyos como de los políticos que las protegen.
Cada billete azul de cinco euros que cosechan las madres es un dividendo para la lucha, un beneficio para el esfuerzo colectivo, un respiro para los que se enfrentan a decisiones injustas, a recortes draconianos, a gobiernos insolidarios que intentan tapar la insolvencia que sus manejos y obras inútiles han generado con el dinero que roban legalmente a aquellos que nunca pidieron un circuito de Fórmula 1, un puerto deportivo o un aeropuerto fantasma en Castellón.
Y ese negocio no debe permitirse. Mestalla no puede saber de él, no puede comprarlo y financiarlo. Mestalla debe ser utilizado para acallar conciencias y realidades, no para despertar luchas y dignidades.
Por fortuna ya ni los clubes, ni los futbolistas se creen eso ni quieren participar de ese rol asignado en la política cada vez más quebradiza del pan y circo que inventara Tiberio para Roma y que ahora Moncloa y el Palau de la Generalitat intentan aplicar a rajatabla.
Los jugadores firmarán los calendarios y se subastarán. Más ingresos de lucha y dignidad para las Madres de Montserrat, el colegio Evaristo Calatayud, Valencia y cada rincor conocido o ignoto de España en general.  Leer noticia completa en lamanoizquierdadedios




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