UNA GOTA DE LIMÓN | POR: EL BUEN ENTENDEDOR
Entiendo que cobrar de la política (lo que viene siendo ser político) es una labor que, a veces, tiene que crear un conflicto interior a la persona que ocupa un sillón. Digo esto porque muchas veces, el político tiene que decir cosas que sabe que no va a cumplir y otras hará cosas en las que no crea. Es en ese momento en el que entramos nosotros (los que pagamos su sueldo) los que damos nuestra opinión y criticamos o alabamos según consideremos. No es menos cierto, que al político le gusta el ‘peloterismo’. Que lo vean por la calle y le saluden con una sonrisa en la boca, cuando antes ni siquiera le daban los buenos días; que se aparten para dejarle pasar, cuando antes se hubiera llevado un empujón, o que lo sienten en el mejor sitio en cualquier acto, si bien antes tendría que estirar el cuello y hacer malabares para ver un poco el escenario. Por decirlo de una forma elegante, ese del que antes no sabían ni su nombre y ahora se pavonea porque lo llamen de usted.
Esa es la parte amable de ese político pero, como la luna, también tiene una parte oculta. No aguanta las críticas, no admite que le digan es un inepto al frente de su cargo, se cree por encima del bien y del mal y, como he dicho al principio, dice cosas sabiendo que no puede cumplir, pero que le da igual; puede hipotecarse verbalmente porque ni tiene ningún otro tipo de responsabilidad más que su palabra (y ya es de suponer el valor que le da a su palabra). Es un político que no sabe separar su vida pública de su vida privada. Es precisamente por culpa de esos políticos por los que existen medios como este diario. Medios que permiten el anonimato y en los que la gente puede dar su opinión sin miedo a represalias. Porque sí, por mucho que se hable de libertad, democracia y otras cosas, hay ciudadanos que no se atreven a expresar su opinión hacia las instituciones más cercanas, como podría ser el Ayuntamiento.
No me cabe duda que hay políticos a los que les gustaría tener a todos y cada uno de los que comentan con sus nombres, apellidos, DNI, etc. (aviso para navegantes). Las preguntas serían: ¿para qué?, ¿con qué fin?, ¿para amenazar? ¿Se imaginan a cualquier comentarista de cualquier periódico denunciando en ese mismo periódico ‘coacciones’ de políticos por haberles criticado?
Todo esto me ha llevado a la reflexión de que hay una rara avis de político que entra en el juego. Son políticos que aceptan, encajan, se sienten cómodos con las críticas y, encima, las provocan. Saben que eso forma parte de su trabajo y lo cumplen con total normalidad. Me estoy refiriendo a Fernando Pascual. No me cabe duda que sus ‘selfies’ en las noticias son un juego, un juego en el que él mismo pone las reglas y, por eso, le sale bien. ¿Alguien se imagina a otros políticos, cada cual que ponga nombres, haciendo lo que hace Pascual? En absoluto, como he dicho antes, son de aquellos a los que les gusta que les saluden con una sonrisa, esos que se creen que hay que pelotear por el simple hecho de haber ocupado un número en una lista electoral. Fernando Pascual es un político que sabe cuando tiene que ponerse el traje de político y cuando no. Sabe entrar en el juego de las críticas, provocadas o no por él. Fernando Pascual es un político que jamás iría a la caza y captura de aquellos que no piensan como él y le critican por ello. Fernando Pascual es un político que entiende que la gente que habla y opina también forma parte de la política diaria y, lo que es más importante, él acepta que esa gente lo haga, sea de la corriente que sea. Que esa gente tiene derecho a opinar y a expresarse todos los días, no solamente en el momento de votar. En este sentido, Fernando Pascual es un político de los que raramente se pueden encontrar. Un diez. Os observo.
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