El cierre de camas hospitalarias es, como el calor o las vacaciones, consustancial al verano. Los servicios de salud autonómicos vienen cerrando, o más bien inhabilitando —las camas siguen ahí; pero no se les asignan pacientes ni personal para atenderlas—, entre un 15% y un 20% de sus camas, generalmente en julio y agosto. Los gerentes alegan que la presión asistencial desciende en verano, y que ante cualquier necesidad esas plazas pueden volver a abrirse. Este año el sindicato de enfermería SATSE ha estimado que hay entre 14.000 y 15.000 camas operativas menos en los hospitales españoles. Y alerta de que algunas comunidades empiezan los cierres antes, en junio, y los alargan hasta noviembre. En algunos centros, como en Bellvitge, en Barcelona, cunde el temor a que los cierres no sean temporales, sino estructurales. Es decir, que plantas enteras se queden definitivamente sin actividad. Una buena planificación debería evitar los problemas que genera cerrar demasiadas camas, opina Salvador Peiró, del Centro Superior de Investigación en Salud Pública (CSISP) de Valencia. “La actividad programada se reduce en verano”, recuerda. Hay que encontrar el equilibrio. Los hospitales de ciudad pueden tener menos actividad; en cambio, las urgencias de los de costa pueden desbordarse y necesitar refuerzos. “Lo criticable es lo contrario, el derroche: tener plantas abiertas y medio vacías”, señala, aunque admite que, con los recortes presupuestarios en sanidad y la restricción para hacer contrataciones, algunos hospitales pueden estar forzando la situación y cerrando más de lo que deberían.
Es lo que, a juicio de José María de la Rosa, delegado del sindicato de enfermería SATSE en el hospital Carlos Haya de Málaga, está sucediendo en su centro desde la semana pasada: “Han llegado más intervenciones quirúrgicas y más atenciones urgentes de las previstas, y eso ha ocasionado que los pacientes no puedan ingresar en una habitación y pasen hasta 48 horas en sitios que no corresponden, como la zona de observación de las urgencias o, si acaban de ser operados, en la recuperación quirúrgica”. Según sus cálculos, hay 100 camas no disponibles de unas 560 en total. “Los hechos desmienten eso de que ‘si hace falta las abrimos’, y quienes lo pagan son los pacientes porque se merma la calidad asistencial”, asegura.
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