Arriba y abajo, el capital contra las distintas clases de pobreza... ¿Tú, de quién eres?
Los votantes tenemos la obligación de poner las cosas en su sitio, de revertir el orden impuesto, de resucitar derechos y hacer cumplir obligaciones
Hace ya muchos años (6/12/1978), fui de los que tuvimos la oportunidad de votar el referéndum constituyente.
Recuerdo con la ilusión que fuimos a votar sí o sí, ya que cualquier variación sobre la dictadura suponía un cambio tan radical que pocos nos planteamos el no.
Poco antes había muerto el generalísimo y aun recuerdo el vuelco que nos dio el corazón el día de la emisión de la noticia, todos reunidos delante de un televisor en blanco y negro (a veces comunitario, ya que no todo el mundo podía permitírselo y normalmente cubierto por un papel de celofán azul que decían que quitaba la nieve, pero era mentira) donde oíamos como aquella frase, “Españoles. Franco ha muerto”, pronunciada con solemnidad y entre lagrimas del presidente Arias Navarro apuntaba un atisbo de color tras los píxeles de la arcaica pantalla que en su monocromía anunciaba diariamente los éxitos de el Caudillo.
Realmente fue un antes y un después en nuestra historia. Fue la señal de salida para una democracia que no todos vaticinaban fácil de conseguir, fue un principio ilusionante para los millones de españoles que llevaban sufridas en sus carnes las heridas aun por sanar de una guerra entre hermanos y el miedo ante tan larga dictadura.
Y aquel inocente y obligado acto de admisión de una constitución, de una carta magna donde se recogían valores fundamentales de respetos y derechos de los ciudadanos, aquel acto en el que con tanta esperanza y a veces con tanta rabia depositamos nuestro “voto”, es los que nos ha traído hasta aquí.
Se hace difícil admitir el error, pero probablemente las prisas, el deseo de no volver a derramar sangre, el anhelo de cicatrizar las heridas y sin duda la buena voluntad de las partes intervinientes, nos hicieron admitir un documento que le daría forma a nuestro futuro. Un documento que tantos años después, no solo se ve obsoleto, sino que en muchos casos ni tan siquiera se ha llegado a desarrollar en toda su plenitud, un documento que esconde entre sus líneas derechos no conseguidos y deberes constantemente violados, que impone un Rey cuando ya no somos vasallos, que se incumple sistemáticamente desde los distintos gobiernos y que ha dado como fruto las mayores tasas de desigualdad y corrupción que jamás haya tenido este país.
Después, la historia ha ido borrando aquellos colores primigenios, homogeneizando la política hasta el punto de hacer desaparecer los clásicos conceptos de izquierdas y derechas y gracias a las corruptelas y el hartazgo de los ciudadanos, aparecen conceptos que debían estar desterrados desde hace ya muchos años. Arriba y abajo. El capital y sus huestes contra el pueblo llano y las distintas clases de pobreza…
Ahora estamos a pocas fechas de una nueva contienda electoral, y graciosamente siguen encabezando las encuestas los que han retrotraído al país a fechas tan lejanas como la de aquellos tímidos inicios.
Los votantes tenemos la obligación de poner las cosas en su sitio, de revertir el orden impuesto, de resucitar derechos y hacer cumplir obligaciones, de nombrar representantes que gobiernen según nuestros dictados y no según los del gran capital, que deshagan lo mal hecho y potencien lo poco que queda del estado del bienestar, que hagan políticas, aunque drásticas, que realmente ayuden a los ciudadanos a salir de la verdadera crisis que es la de los valores políticos y éticos que han quedado arrumbados en las cunetas en el devenir de esta nuestra corta historia democrática.
Es hora de retomar viejos conceptos, hora de hablar de nuevo de quien es quien y de preguntarle… ¿Y tu, de quién eres?
Los de arriba son los que toman café con los del Ibex, los dueños del dinero, los que prometen una falsa estabilidad que solo se representa en sus bolsillos, los de la corrupción y las puertas giratorias, los que se reparten los sillones de gobierno diciendo que han pactado y solo han pactado el reparto de poder, los de las comisiones millonarias, los de las prebendas y los que cobran diariamente en dietas lo que un parado de larga duración en un mes, los que tienen a sus hijos en universidades privadas, los que se mueven en coches oficiales y tienen un chofer a su disposición, los que se rodean de asesores designados a dedo y favorecen a amigos y familiares, los políticos establecidos en la política por profesión y no por vocación, los que se llenan los bolsillos robando al contribuyente y mienten para mantenerse en el poder, los de arriba son los de siempre, los de derechas más a la derecha…
Los de abajo son los que son como nosotros cuando no nosotros mismos, los que sufrimos los recortes, los que sentimos la precariedad en el empleo, los que tenemos que emigrar, los que vemos como nuestras pensiones pierden valor adquisitivo, los que pagamos impuestos injustos y facturas de servicios incomprensibles, los que pagamos comisiones en los bancos y malvivimos con el sudor de nuestra frente y los callos de nuestras manos, los que primamos el bienestar social por encima de la deuda y los que creemos que los derechos hay que cumplirlos, los que alguna vez han pasado por comedores sociales e incluso los que duermen en la calle, los preferentistas a los que les han robado sus ahorros, los maestros que ven violentada su libertad de cátedra, los médicos que no quieren mirar el color del paciente ni les importa su procedencia, los que ven en la política la herramienta necesaria para favorecer al pueblo, los que ven en las riquezas del país riqueza para los ciudadanos y no la reparten entre amiguetes, los de izquierdas de toda la vida…
Dentro de nada ejerceremos el derecho al voto, y en su expresión someteremos a esos políticos a nuestros deseos. No nos dejemos llevar por esas carísimas campañas pagadas con dinero público, no permitamos que vuelvan a apoltronarse en sus escaños, no dejemos que sigan jugando con la vida de los ciudadanos, no nos dejemos engañar por el fantasma de una recuperación conseguida de detraer al pueblo derechos básicos y fundamentales, no nos creamos eso de que la economía va bien porque los que gobiernan lo han sabido hacer (efectos como la efímera estabilidad del petróleo en precios muy bajos y el aumento de la productividad en base al abaratamiento de la mano de obra crean un falso escenario de crecimiento que caerá en cualquier momento). Hay que revelarse. No cometamos el error de volver a dejar en sus falsas promesas nuestro futuro y el de nuestros hijos.
Dice Aznar en estos últimos días que no quiere que gobierne la izquierda ni ahora ni nunca, que España en manos de “su” derecha va bien y eso… Es una actitud y un pensamiento sospechosamente parecido a la dictadura de la que tanto nos costó salir.
Dentro de pocos días habrá en el aire una pregunta a la que estamos obligados a contestar de forma ineludible, pues en ello nos va nuestra propia vida y la de nuestros descendientes…
¿Y tú, de quién eres?
Yo soy de los de abajo, de los de izquierda de toda la vida, y pido a los que así se sienten a que voten responsablemente, a que el voto de los de abajo se concentre en grupos que realmente defiendan esos utópicos ideales de los que estamos construidos.
Hay vida después de las elecciones, pero podemos decidir qué tipo de vida…
Después, cuando lleguen las generales a finales de año, veremos qué posibilidades reales existen de reconstituir la carta magna, de evitar el despropósito de un rey viviendo a cuerpo de rey y de otro rey viviendo en el aparatoso lujo que le otorga una fortuna de dudosa procedencia, habrá tiempo de republicanizar el estado, de regenerar de verdad los estamentos públicos, de acabar con mamandurrias y leyes injustas, de poner a cada uno en su sitio aunque no haya sitio en las cárceles para tanto delincuente de guante blanco. Entonces, de nuevo habrá que preguntarle a los ciudadanos:
¿Y tú, de quien eres?
* José Ramiro es autor del blog "Esto no tiene arreglo".
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