• "Si vieses el país que tenemos… Te daría un susto morrocotudo, como el que te pegó aquel San Benito abad en Burgos"
Queridísimo Federico:
No sé por dónde empezar. Se me atropellan las ideas por todo lo que quiero decir. Confieso que te quiero como si fueses de la familia. Poco a poco fuiste colándote por nuestra casa, por las baldas de nuestra biblioteca y, lo más importante, por nuestra mente. Hasta el punto de que cuando estamos de bajón decimos “vamos a ver a Federico”. Y ahí que nos plantamos, en tu casa de Fuente Vaqueros o en la Huerta de San Vicente y, oye, ¡venimos como nuevas!
El otro día, mi amigo José Luis dijo: “destruyeron a Lorca, y nos mataron a todos un poco”. Tiene tantísima razón. Recuerdo, como si lo viviese ahora, cuando mi profesora Juanibel explicó tu asesinato. Yo la miraba, y no había justificación para ese horrible crimen. Y, desde entonces, me sentí menos viva. La vida era mejor contigo, Federico.
Si vieses el país que tenemos… Te daría un susto morrocotudo, como el que te pegó aquel San Benito abad en Burgos. Por ponerte un ejemplo. Tú, que mencionabas como lema de la República la palabra “Cultura”, como manera de resolver los problemas de “un pueblo lleno de fe, pero falto de luz”. Tú, que reclamabas en los años 30 que las bibliotecas eran una “voz contra la ignorancia, una luz perenne contra la obscuridad”… Ahora, en pleno 2013, nos dicen que las bibliotecas no son rentables porque no dan dinero. ¡Federico! El conocimiento, el goce, el disfrute, el viaje imaginario, la creación de conciencia…todo eso no cuenta ahora. Tú, que firmaste el manifiesto de Los intelectuales de Mundo Obrero, debes saber que los oprimidos siguen siendo los mismos. Que los privilegios siguen en las mismas manos y con el mismo poder. Cuando, hablando en socialismo puro y de revolución, dijiste que “el día que el hambre desaparezca, va a producirse en el mundo la explosión más grande que conoció la humanidad” debes saber que, incluso hoy, existen niños en tu país que no pueden llevarse un trozo de pan a la boca. Y si supieses la que hay con Cataluña, y eso que tú escribiste aquella vez “Visca Cataluyna lliure!”. Aquí todo sigue igual de arcaico y putrefacto. O más. Por cierto, que visité tu Cadaqués, con su azul y sus pececillos de plata que saludan aún a la luna.
¡Ay, Federico! Tengo que decirte que en tu casa de Fuente Vaqueros vimos todo, hasta tu taca-taca… ¡cómo podías andar con eso! Aún está la vajilla de tu madre. Y aquel túnel pequeñín por donde pasabas a la cocina. No te lo vas a creer, pero este año restauraron tu piano. Y volvieron a tocarlo el día de tu cumpleaños ¡con música de Falla! Cuántas velas te quedaron por soplar…
Tu Huerta de San Vicente sigue con su olor a jazmín y dama de noche, y en Reyes nacen esas florecillas blancas que te gustaban. Estuve en tu salón, donde escuchaste las últimas noticias antes de que te buscaran; y donde este año vimos tu portal de Belén. Que sí, con las mismas piezas. Y subimos a tu dormitorio. Con su balconcillo. Con tu camita y esa mesa donde escribiste sobre Mariana, Bernarda o Yerma. Y también hay un cartel de tu Barraca. Por cierto, en la casa de Fuente Vaqueros nos ponen un vídeo donde interpretabas a la Sombra en La vida es sueño. Y tu viaje a Argentina, con tu magnífica y contagiosa sonrisa.
También vamos a la zona donde supuestamente te asesinaron esos cobardes. Porque ni siquiera fueron valientes de confesar dónde y cómo lo hicieron. Después de aquella carretera serpenteada. Guardo siempre conmigo una hoja de ese olivo…Y cuando estoy allí me da escalofrío recordar el vaticinio de tus versos en Poeta en Nueva York:
Cuando se hundieron las formas puras bajo el cri cri de las margaritas
comprendí que me había asesinado. Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias. Abrieron los toneles y los armarios. Destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro. Ya no me encontraron. ¿No me encontraron? No. No me encontraron
La autora de este texto es Ana Bernal Triviño. Leer artículo compeleto enandalucesdiario.es.