“Sus muñecas y piernas estaban atadas, los ojos los tenía vendados… Estaba desnuda, toda llena de golpes… Dos disparos en la cabeza terminaron con su vida”. Lenin Vázquez se aferra por recordar solo la sonrisa de Xóchitl, asesinada con 17 años, pero no puede. La imagen de las últimas horas de su hermana es desgarradora. “Nadie sabe quién la mató… Una vecina la encontró muerta”. La chica vivía con su novio a unas calles del palacio municipal de Chalco —uno de los 125 ayuntamientos del Estado de México (en el centro del país)—, con 350.00 habitantes. “El chavo dice que no sabe nada. Salió a las seis de la mañana a trabajar y justo después entraron a matarla”. El caso de Xóchitl ha quedado en el limbo. “Hasta ahora nadie ha sido citado a declarar, el caso se reportó como un robo y ahí se acabó. Pero en su habitación había joyas, un anillo de diamantes, un reloj muy caro y dinero. Nadie se llevó nada”. La tragedia de Xóchitl no es única. México se ha convertido en un sitio hostil para las mujeres. 3.892 han sido brutalmente asesinadas durante 2012 y 2013 —más de cinco al día—, de acuerdo con el último reporte del
Observatorio Ciudadano Nacional contra el Feminicidio, una asociación integrada por 49 organizaciones de derechos humanos. El país ha sido incapaz de garantizar el derecho a la vida de las mujeres, como lo establece la Corte
Interamericana de Derechos Humanos de 2009, y el reconocimiento del feminicidio se ha convertido en una serie de luchas sin ninguna victoria para los familiares de las víctimas.
El Estado de México, cuna del presidente Enrique Peña Nieto, ha sido un claro ejemplo de esta desbandada de agresiones en contra de las mujeres: Lucero, asesinada después de denunciar a sus violadores; Diana, liquidada y arrojada a un canal, Alejandra, violada por tres policías… “Han sido miles las que han muerto. Sus cuerpos son descuartizados; a otras las secuestran y nunca más se sabe de ellas”, afirma María de la Luz Estrada, coordinadora ejecutiva del Observatorio Ciudadano Nacional contra el Feminicidio. La tasa de feminicidios en el país —hasta tres por cada 100.000 mujeres— está a la altura de naciones como Panamá, Nicaragua y Costa Rica, de acuerdo con la organización
Small Arms Survey, un grupo no gubernamental con sede en Suiza. En España, Portugal, Francia y Reino Unido, según el último informe de este organismo, se presenta hasta un crimen de género por cada 100.000 mujeres.
En el Estado de México, en donde el
PRI ha gobernado hace más de 84 años, viven más de 15 millones de personas, el 51,2% son mujeres. En los últimos nueve años, el Observatorio ha contabilizado 1.596 asesinatos de mujeres —dos por día— en esta entidad, la mayoría de ellos violentos. En esta región, el delito de feminicidio ha sido tipificado, al igual que en 30 estados del país. El territorio cubre por el norte, este y oeste al Distrito Federal. “Siempre ha sido la ciudad dormitorio de la capital”, afirma Ivonne Acuña, experta en sociología política de la Universidad Iberoamericana.
Ecatepec, uno de los municipios de la zona, lo confirma. Por las mañanas sus habitantes buscan la manera de acercarse a la Ciudad de México. Miles de autos inundan las avenidas; una estampida de gente llena los intercambiadores, mientras los barrios, todos populares, se vacían poco a poco.
Las calles de este municipio, de más de tres millones de habitantes, tienen baches, la basura pulula en cada esquina, por las noches el alumbrado es deficiente y en las noticias locales solo se habla de robos, muertes, secuestros, desapariciones. “Las mujeres son el eslabón más débil de esta sociedad”, argumenta Manuel Amador Velázquez, coautor de la antología
Diálogos Interdisciplinarios sobre Violencia Sexual. Una baja escolaridad (de cada 100 mujeres, 5,7 no saben leer ni escribir en el Estado de México), la falta de acceso a la justicia y la pobreza (de 15 millones de habitantes, el 43% de vive en esta condición) son los factores que han impulsado la violencia, argumenta el sociólogo. Leer noticia completa en
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