Es difícil encajar en los moldes educativos tradicionales el trabajo que la psicóloga Clara Rosell lleva a cabo en la Escuela Profesional de la Fundación Vicente Ferrer. Si alguien se asoma a una de sus clases puede ver a los alumnos bailar, cantar y reírse a carcajada suelta. Rosell es profesora de habilidades comunicativas, o, según puntualiza alguno de sus alumnos, “habilidades para la vida”. Los alumnos de la Escuela Profesional cuentan con estudios universitarios y provienen de familias de la India rural con pocos recursos. Estudian idiomas e informática para mejorar sus perspectivas laborales y encontrar trabajo en empresas situadas en las grandes ciudades. Más del 90% de los alumnos lo consigue. Rosell se encarga de completar esta formación dándoles herramientas que les servirán para adaptarse a un entorno nuevo para ellos.
¿En qué consisten tus clases?
Creo en el aprendizaje a través de metodologías prácticas. Solemos empezar la clase con un video motivacional. Así se divierten. Después organizamos un debate. Me interesa que intervengan mucho, que se expresen. Además, intento que cada sesión tenga una temática. Por ejemplo, el respeto. Lo abordamos de distintas maneras, como invitándoles a compartir opiniones con otro compañero, u organizando actividades en las que deben representar ciertos roles.
¿Cuál es el objetivo de este tipo de trabajo educativo?
Desarrollar las habilidades de cada persona. Según una teoría del psicólogo Howard Gardner, existen distintas habilidades, que llama inteligencias múltiples. Hay ocho. Según nuestras inteligencias desarrollaremos determinadas habilidades. Por ejemplo, seguro que Michael Jordan tenía una inteligencia corporal muy desarrollada. La de Einstein, en cambio, debió ser la lógica. En cada clase intento conseguir que mis alumnos potencien sus propias habilidades.
La tuya no es una clase convencional. Les invitas a levantarse, bailar, compartir sus sentimientos…
Es como se aprende mejor. Divirtiéndote, rozando el ridículo; es así como más te expones a los demás. Estamos acostumbrados a una serie de esquemas, y yo intento romperlos. Ese es mi objetivo, que mis alumnos se suelten y se diviertan.
¿Cómo encaja esto en el proyecto de la Escuela Profesional, donde el objetivo es que los alumnos encuentren trabajo?
Nuestra meta no es sólo que aprendan inglés o español. Queremos ir más allá. Les ayudamos a desarrollar las habilidades personales, las sociales, las laborales… Todo está interconectado. Empezamos reforzando las características personales y finalmente las adaptamos al ámbito profesional. Cuando se incorporen a empresas (el 90% de ellos encuentra trabajo en grandes ciudades) tendrán que adaptarse a un ambiente laboral muy distinto al que están acostumbrados en las zonas rurales: tendrán jefes, compañeros de otros países, clientes a los que tienen que dirigirse con empatía. Y todo ese proceso lo aprenden de una manera muy natural en esta asignatura.
¿Cómo han evolucionado?
Muy bien. De por sí ya son muy participativos y están muy motivados. Han vencido la timidez. Se han formado grupos muy cohesionados. Viven juntos. Ahora ya me conocen, y yo también les conozco. Cada día que pasa las clases son más apasionantes. La nuestra es una manera de enseñar a la que no están acostumbrados. Al principio, cuando veían la dinámica de las clases, no lo entendían. Ahora son capaces de ver el porqué de las actividades.
¿Qué te ha sorprendido de trabajar con alumnos locales?
Tienen la humanidad a flor de piel. Son honestos, sinceros y muy transparentes. Al final de la clase se me acercan y me agradecen mi trabajo. ¿Cuántas veces hemos ido a nuestros profesores a mostrarles nuestra gratitud? Te vienen con el corazón en la mano. Yo, gracias a ellos, también he aprendido mucho. Y les estoy agradecida.
Fundación Vicente Ferrer
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