Fue todo muy parecido al proceso de una vela consumiéndose por la llama que alguien encendió.
Durante una hora aproximadamente su novio le contó que amaba a otra mujer y los detalles de esa pasión que escuchaba, encendieron en ella el fuego primero de la sorpresa. Del fósforo de la noticia se trasladó al cordón combustible de su cuerpo. Entonces, la llama adherida sólo la abandonó al final de la conversación. Pero mientras duró, se mantuvo danzando y agitando su ánimo con cada palabra.
Muy despacio, iba perdiendo oxígeno y descendiendo. Ardía quieta en el dolor.
Fueron minutos hasta completar una hora, más o menos.
Cuando él le pidió que hablara, para entonces, lo único que ella quería realmente era intentar levantarse de la silla como si nada hubiera pasado. Sin embargo, eso no sucedió, ya que resultó de lo más difícil caminar despegando los pies del charco de cera derretida.