Lo prodigioso es que Diego Godín rematara solo ese córner. Que pudiera elevarse desde atrás mientras todos se peleaban en batallas menores y Piqué miraba muy tranquilo, paseando lentamente por el área, la trayectoria del balón que salía del pie de Gabi, cruzaba el área por el aire y acababa en la cabeza del uruguayo, como si fuera un desconocido, un Sobis que te la lía en el minuto 90 del partido decisivo del año mientras todos piensan en la próxima fiesta en Casteldefells.
Cruyff decía aquello de que un equipo que no podía
defender bien los córneres por altura
lo mejor que podía hacer era no conceder córneres
Meses titulando en portada derivados del «A cabeza por la liga», saques de esquina rematados hasta la náusea por Miranda, Raúl García y el propio Godín, para que al final en el momento clave de la temporada, uno de los tres llegara solo y le quitara al Barcelona una liga improbable. La desidia, de nuevo, la falta de organización. Cruyff decía aquello de que un equipo que no podía defender bien los córneres por altura lo mejor que podía hacer era no conceder córneres y hasta siete había provocado el Atlético de Madrid antes de que llegara el empate. A Guardiola le achacaban ese mismo defecto, pero a Guardiola había que buscarle mucho las cosquillas para encontrarle un punto débil y al menos su equipo no era el que más goles recibía de córner de la liga, que ya es decir…
La jugada resumía lo mejor y lo peor de los dos equipos y había algo de justicia poética en que el responsable fuera uno de los mejores centrales «desconocidos» del mundo: campeón de América con Uruguay en 2011, semifinalista un año antes del Mundial con su selección, parte de la mejor defensa de la liga durante dos años y corresponsable de los triunfos del Atleti en la Europa League de 2012, la Copa de 2013 y las dos Supercopas Europeas de 2010 y 2012. Un palmarés a tener en cuenta para sus veintiocho años, tres de ellos en el Villarreal, donde ya dejó muestra de hasta dónde podía llegar.
Godín no es el tío más talentoso del mundo pero quiere ganar. En el fondo, la liga ha sido eso: querer ganarla. Si Real Madrid o Barcelona se hubieran ido a cien puntos como en años anteriores, el Atleti habría quedado a diez y sin opciones desde abril, pero no fue así: la cosa se fue a noventa y aunque para una plantilla como la de Simeone llegar a noventa puntos ya le tiene que costar un mundo porque sus suplentes no valen cuarenta y cinco millones de euros, el caso es que, una vez abierta la puerta, el equipo se coló hasta el fondo, hasta el mismísimo Camp Nou perplejo, que no sabía si aplaudir o silbar o llorar o alegrarse de que al menos el Real Madrid quedara fuera del palmarés. Leer artículo completo en jotdown.es.