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 04/04/2013

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Dejar de jugar

Los jugadores de la selección inglesa parecen haber caído en el pecado capital para el aficionado


“¿Por qué perdimos la batalla de Austerlitz? Porque nos dijimos temprano esa mañana que la batalla estaba perdida, y se perdió”.
León Tolstoi, Guerra y paz
 
Cuando la economía va bien y se goza de la libertad de no tener que preocuparse obsesivamente por el dinero uno no suele apreciar la suerte que tiene. Algo similar ocurre con España y su selección de fútbol. Para valorar la hazaña de los últimos siete años, una Copa del Mundo y dos Eurocopas, es útil considerar cómo les va a los desdichados de Planeta Fútbol, los que viven en permanente crisis. Como por ejemplo la selección de Inglaterra, el país que inventó el fútbol y cuya liga compite con la española por ser la mejor del planeta, pero lleva casi medio siglo sin ganar nada.
Visto lo visto esta semana en los partidos de clasificación para el Mundial de Brasil, la desigualdad entre las dos naciones en el terreno del fútbol internacional se mantendrá durante mucho tiempo más. Comparar la actual selección española con la inglesa es como comparar la economía de Shanghái con la de Atenas, el iPhone con la paloma mensajera. Sólo que la paloma mensajera hace su trabajo con más pasión.
Lo más curioso del fracaso inglés ha dejado de ser la discrepancia entre el fervor que provoca la selección en los futboleros y la pobreza de los resultados. Ya sabemos hace tiempo que en Inglaterra el equipo nacional genera mucha más conversación que en España. Un delantero joven marca tres goles en un partido de liga, un portero hace un par de grandes paradas o un defensa se luce y el reflejo inmediato del aficionado o del periodista deportivo inglés es, ¿jugará para la selección? En España el reflejo es, ¿lo fichará el Barça o el Madrid?
La selección inquieta la mente del futbolero inglés como el sexo la de Dominique Strauss-Kahn. O la inquietaba. Porque quizá algo esté cambiando. No en la afición, en primer lugar, sino en la actitud de los jugadores, lo cual a su vez incide en la actitud de la afición. Hasta la selección francesa, ejemplo de desidia par excellence hasta hace muy poco, se entrega más a la causa hoy que la inglesa.
Lo realmente curioso, lo novedoso, es que los jugadores de la selección inglesa parecen haber caído en el pecado capital para el aficionado, cualquier aficionado de cualquier equipo, de no compartir su deseo loco por triunfar. Comparemos los partidos esta semana de España e Inglaterra, ambos jugándose la vida para participar en el Mundial 2014. Los españoles lucharon con orgullo y furia y ganaron en un campo cuyo irregular césped no se prestaba nada a su estilo de juego. Los franceses también se dejaron la piel, especialmente en el segundo tiempo tras quedarse con diez jugadores.
El autor de este texto es John Carlin. Leer artículo completo y ver hilo de debate en elpais.com.
 
El Sis Doble no corregeix els escrits que rep. La reproducció d'aquest text és literal; fidel a les paraules, redacció , ortografia i sentit de l'autor/s
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