• “A los tres días se ve en el despacho con Bernabéu, Saporta y Calderón. Le sugieren que ya no está para jugar, que puede quedarse en el club... de lo que sea”
La Liga 64-65 empezó el 13 de septiembre del primero de esos dos años con una broma macabra: un Español-Real Madrid, con Di Stéfano debutante con los barceloneses. Había pasado 11 años en el Madrid, en los que su aportación transformó el club en leyenda. Ahora se había ido, al Español, y justamente por allí debía comenzar el Madrid su primera Liga sin él. El líder, el héroe, el ídolo, aparecía ahora como rival. En la 63-64 el Madrid había sido campeón de Liga y había llegado a la final de la Copa de Europa. Bien mirado, no estaba mal. Pero la final de la Copa de Europa, jugada el 27 de mayo, en Viena, la perdió, 3-1, ante el Inter, y además Di Stéfano tuvo bronca antes, durante y después con Miguel Muñoz, el entrenador, sobre la forma de colocar el equipo sobre el terreno. No hay aquí espacio para extenderse en ello, pero digamos que Di Stéfano tenía razón. Al regreso había que jugar el partido de vuelta de los cuartos de final de Copa, con el Atlético. La ida, en el Bernabéu, en la que el Madrid reservó a 10 titulares para la final europea, había quedado 2-2. Cuando Miguel Muñoz hace lista para el partido de vuelta, no incluye a Di Stéfano. Sí a los demás titulares. Di Stéfano, que ya se olía algo raro, porque había visto al gerente, Antonio Calderón, bajar al entrenamiento, se va a casa enfurecido. A los tres días se ve en el despacho con Bernabéu, Saporta y Calderón. Le sugieren que ya no está para jugar, que puede quedarse en el club “de lo que sea”. Él, próximo ya a los 38 años (cumple en julio), pide que le renueven otro año, y se compromete a si para octubre o noviembre ve que no está, abandonar. No hay acuerdo sobre eso, tampoco le dan precisiones sobre de qué se quedaría y con qué sueldo. El asunto, claro, trasciende y él recibe ofertas del Celtic de Glasgow y del Español. Allí está Kubala de entrenador, y su amigo Emil Ostreicher de secretario técnico. El Español lo preside Vila Reyes, empresario joven y audaz (demasiado) que piensa a lo grande. Tiene fe en los veteranos, en la experiencia. Ha contratado a Carmelo y a Tejada. Y a jugadores jóvenes y de fuste, como Ramírez o Rodilla. Di Stéfano escoge el Español, y la familia perica acoge su decisión con júbilo. Aquello es la comidilla del verano. Como tiene contrato hasta el 30 de junio, pide permiso para desligarse antes. El Madrid se lo niega. El Boletín del Real Madrid publica en sección editorial las cartas con la solicitud de Di Stéfano, muy sumisa, casi almibarada, y la seca negativa de Bernabéu, en la que aparece en mayúsculas la expresión DISCIPLINA IMPRESCINDIBLE. La publicación de las cartas suena a gesto duro, casi a humillación. El Madrid tenía concertados para ese mes de junio, antes de las vacaciones, dos amistosos, en Rouen y en Lyon. Di Stéfano es obligado a ir y juega el primer tiempo en Rouen. El Madrid gana 4-1. Serán sus últimos minutos de blanco, salvedad hecha de los que jugó en su homenaje, tres años largos más tarde. En Lyon ya no juega, el Olympique gana 5-1. Di Stéfano y Bernabéu quedarán regañados de por vida. A la vuelta de las vacaciones empieza una nueva vida para ambas partes. El Madrid tendrá que acostumbrarse a vivir sin Di Stéfano. Muñoz prueba con Yanko Daucik (hijo del célebre entrenador, muy técnico, pero lento) y Grosso, que había jugado la mitad de la Liga anterior cedido en el Atlético. Ganará este. Pero en agosto las cosas salen regular: el Madrid pierde la final de Mohammed V con Boca Júniors y en el Carranza pierde en la semifinal con el Benfica. Dos torneos sin Di Stéfano, dos pinchazos. Luego viaja a Sudáfrica, para dos amistosos, que gana claramente, 5-2 al Castle White y 4-0 al Hellenic, pero eso no significa mucho. Mientras, el Español ha lucido a Di Stéfano con una gira por Alemania y Austria, con buenos resultados. El último partido es un 3-3 en Viena con la selección de Austria. Y el jueves anterior al comienzo de la Liga Di Stéfano es presentado en Sarrià, a campo lleno, con victoria sobre el Olympique Lyonnais por 2-1, con un gol suyo. El autor de este texto es Alfredo Relaño. Leer artículo completo en elpais.es.