La dictadura perfecta y las monsergas de los políticos
Es evidente que ninguno busca el bienestar del pueblo, sino el poder, lo cual facilita mucho sus chanchullos; pero seguimos creyéndolos... ¿hasta cuándo?
Entramos en los últimos días de campaña electoral, o por lo menos de la campaña electoral oficial. Porque desde que un iluminado tuvo la brillante idea de inventar la precampaña que es exactamente lo mismo pero sin pedir el voto, llevamos meses aguantando la monserga de los políticos prometiéndonos la tierra prometida en cuanto los votemos. La pena es que no los botemos. Aseguran que cuando lleguen al poder van a llenar nuestra ciudad de los servicios que necesitamos, nos bajarán los impuestos, escucharán todas nuestras necesidades... bla bla bla. Es evidente que ninguno busca el bienestar del pueblo, sino el poder, lo cual facilita mucho sus chanchullos. El problema es que seguimos creyéndolos... ¿hasta cuándo?
Es curioso que en pleno siglo XXI sigamos viendo la misma maquinaria electoral que en el siglo XIX. ¿Es necesario el paripé de la pegada de carteles? ¿Para qué sirven los mítines si solo acuden los afiliados y los que ya tienen decidido su voto? ¿En la era de la información todavía es necesario oír a los coches con megáfono proclamar la grandeza de sus candidatos? ¿Alguien abre la propaganda electoral que le llega a su casa? Es sencillamente bochornoso. Por otra parte, los candidatos, y lo que es peor, sus jefes, andan a la greña. Su único trabajo es desprestigiar al otro sin ofrecer ni una sola idea. ¿Alguien ha oído alguna propuesta inteligente? Yo solo he oído descalificaciones, insultos, acusaciones pueriles... Por no hablar de la prensa y las redes sociales. Esclavas de sus partidos y cuya única misión es llenar de inmundicias al contrario y desacreditarlo. No ofrecen nada constructivo. Y son de todos los colores: Azul, rojo, morado, naranja... Esto es intolerable.
En 1932, el gran Aldous Huxley escribió Un mundo feliz (Brave New World). En él se describe una dictadura perfecta; una cárcel sin muros en la cual los prisioneros no soñarían con evadirse. Un sistema de esclavitud donde, gracias al sistema de consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre. ¿No les suena de nada? Muchísimas gracias a todos. Seguimos viajando a velocidad de vértigo hacia el pasado. Y lo que es más descorazonador, no hay ningún indicio de avanzar, sino de retroceder.
* Diego Gafo es autor del blog "Las cosas de DIEGVS".
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