Cinco cargos públicos del PArtido Popular en la Comunidad de Madrid han tenido cuentas con dinero en Suiza. Cinco por ahora. Cargos que han sido miembros del equipo de gobierno de Esperanza Aguirre, alcaldes, dirigentes de los populares e incluso las tres cosas a la vez. El último popular madrileño al que le han pillado con dinero en Suiza es Francisco Granados, exalcalde de Valdemoro, exconsejero de presidencia y hasta ayer senador y diputado en la Asamblea de Madrid. En la explicación de su dimisión ha dicho que le habían dolido los comentarios suscitados dentro de su propio partido, lo que confirmaría el aserto de que enemigos, enemigos, los del propio partido. No ha dicho Granados, al menos no se le escuchó decir, que dimitía porque era incompatible tener cargos públicos y dinero en una cuenta en un banco en Suiza a la vez. Esta querencia de los populares madrileños por tener cuentas millonarias en Suiza resulta incompatible con la ética y la estética que debería guiar el trabajo de un cargo público, que cobra dinero público y que debería velar por el interés público. Pero, con ser todo esto grave, lo peor es el destrozo que esta evidencia causa en los ciudadanos, lo devastador que resulta para la confianza que los ciudadanos tienen —más propiamente, tenían— en los políticos, en las instituciones, en que los responsables públicos digan la verdad y no oculten dinero a la Hacienda Pública que les paga. Hay múltiples testimonios documentados que se vuelven ahora contra esos cinco dirigentes del PP madrileño con dinero en Suiza, contra cargos que han negado tener esas cuentas, que han dicho que «todo era falso», cuando las informaciones acreditaban que mentían.
La conclusión a la que llegan cada vez más ciudadanos es que estamos en manos de golfos, de gente que no hace lo que dice, que engaña a los ciudadanos, que se comporta con una doble moral que les permite dar clases de ética por las mañanas y luego defraudar a Hacienda por las tardes.
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