El crimen del muelle | Relato literario de Eva Borondo
Su mirada se desviaba del río hasta el lugar del crimen y sus ojos empezaron a temblar
Cada atardecer volvía a los muelles que guiaban el curso del río en la ciudad. Allí, en lo alto de uno de los muros, miraba la zona donde había matado al hombre por una discusión de borrachera.
Desde entonces sentía que le vigilaban cada paso que daba.
Nadie le había visto esa noche, había niebla y estaba oscuro, sin embargo, la presencia continua de una vigilancia le hacía preocuparse más de lo pensado. Llevaba días sin dormir porque oía voces de mujeres o de fieras. Entonces despertaba de madrugada con un intenso temor y buscaba protección en un hueco de la almohada.
Esa noche era la tercera desde el asesinato y no quiso seguir en la cama por más tiempo. Se levantó y fue corriendo hasta el muelle; llegó a un puente huyendo de aquellos susurros. Su mirada se desviaba del río hasta el lugar del crimen y sus ojos empezaron a temblar. De repente, se dio la vuelta y las tres fieras (Desesperación, Remordimiento y Tormento) lo empujaron desde arriba mientras se quedaban viendo cómo su cuerpo se hundía con aspaviento.
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