El cultivo de flores como alternativa laboral en la India
Muchas familias indias compran flores a diario para honrar a los dioses, decorar el cabello de las mujeres o celebrar rituales
Son tan pequeñas y perecederas como imprescindibles a la hora de hacer una descripción costumbrista de la India rural. No es que se regalen en ocasiones especiales, sino que se compran cada día a mercaderes y vendedores ambulantes para el consumo doméstico. No se trata de ramos ni de plantas, sino sencillamente de flores. Flores de muchos tipos, anudadas en forma de guirnaldas que se usan tanto enteras como de nuevo desmenuzadas. El jazmín perfuma y decora las trenzas de las mujeres entre marzo y mayo, y el crisantemo es uno de sus sustitutos para el resto del año. El lirio es un indispensable de los templos y de los altares caseros, y la caléndula otro clásico, muy demandado con la llegada del año nuevo hindú. Las guirnaldas cuelgan del cuello de los protagonistas de celebraciones o de los invitados especiales, a la vez que decoran los bustos de dioses y gurús. Hindúes, musulmanes o cristianos, de comunidades desfavorecidas o de familias más acomodadas; todos compran flores. Son una seña de identidad, un pedacito del modus vivendi de la India tradicional.
Bien lo saben Sreenivasulu y Prameelamma, marido y mujer de una comunidad desfavorecida del pueblo de Hanimireddypalli, en el distrito de Anantapur, que hace un año decidieron reconducir su explotación agraria para tomarse más en serio el cultivo de flores y dejar el arroz y los cacahuetes para el consumo familiar. Hoy viven tranquilos, con la certeza de que cada mañana pueden contar con unos mínimos ingresos fijos, poco dependientes de las fluctuaciones del mercado a diferencia de lo que pasa con las frutas y verduras. “Nuestros 15.000 lirios producen a diario unos 5 kilos de flores, y con el monzón la cantidad aumenta. Las vendemos por 40 o hasta 50 rupias el kilo, así que cada día tenemos aseguradas unas 200 rupias”, explica él. Es decir, aproximadamente 80 euros mensuales. “Antes teníamos problemas económicos y ahora podemos salir adelante con más estabilidad, lo que es importante porque tenemos dos hijos adolescentes estudiando graduaciones”, cuenta ella.
Riego eficiente, cambio exitoso
Pero para que la apuesta de cultivar flores fuera ganadora hacía falta otro componente que es clave en cualquier proyecto agrario en estas tierras asoladas por la sequía: un sistema de riego eficiente. La solución se vislumbró cuando, a principios de 2015, los miembros del equipo de Ecología de la Fundación Vicente Ferrer (FVF) reunieron a los campesinos de Hanimireddypalli para hablarles sobre los beneficios de la irrigación por goteo. La FVF les podía ayudar a instalar este sistema haciéndose cargo del coste.
En ese momento, Prameelamma y Sreenivasulu sufrían para regar con sus pozos los cuatro acres de tierra en los que intentaban sacar adelante los cultivos de cacahuete y arroz. También habían plantado algunos lirios y se habían percatado tanto de que vender flores no era mala idea como de que necesitaban un mejor sistema de irrigación para ahorrar agua y evitar la aparición de malas hierbas. La FVF les propuso visitar a un beneficiario que cultivaba tomates mediante riego por goteo. Y al final se decidieron junto a otros 23 campesinos de la aldea, algunos de los cuales también tenían en mente la floricultura.
Hoy Sreenivasulu y Prameelamma concentran en un solo acre los cultivos de lirio que les permiten ganarse la vida de forma estable, y en los tres acres restantes mantienen las plantas de arroz y cacahuete para su consumo propio. Todo con los mismos pozos que un año atrás. Hanimireddypalli es un pueblo grande y ahora otros campesinos les preguntan sobre su experiencia: “Muchos vecinos nos visitan porque están interesados en iniciar proyectos similares”, cuenta ella satisfecha.
La pareja se levanta cada día alrededor de las cuatro de la mañana para que él pueda empezar a recolectar los lirios hacia las seis. Ella acude al campo un poco más tarde, una vez terminadas las tareas domésticas. A las nueve pasa el mercader y le entregan las flores, con los pétalos aún cerrados para que a lo largo del día se vayan abriendo y luzcan bien. Después comen arroz, lo que les da fuerzas para continuar trabajando sus tierras. Y es que el riego por goteo les ha permitido diversificar cultivos y plantar en ese mismo acre otras flores como los crisantemos, así como tomates, alubias, judías, árboles de mango y de chicoo e incluso ricino. “Cada tres días recogemos unos 30 kilos de verduras, que solemos vender a unas 15 rupias el kilo”, explica Prameelamma.
Apoyando la floricultura
Hanimireddypalli es la segunda aldea donde la Fundación promueve la irrigación por goteo para proyectos de floricultura, pero a la vista de los resultados no será la última. “Estamos trabajándolo en dos pueblos más y sabemos que el Gobierno también lo quiere potenciar”, relata el director adjunto del Sector Ecología de la FVF, Beeralingappa Kuruba, ante la atenta mirada de Sreenivasulu y Prameelamma.
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