• Todos adoramos defender nuestros colores, discutir con el infiel que apoya al otro equipo de la ciudad, restregarle las victorias y prometer venganza en las derrotas
Dejemos a un lado los nombres, apartemos los egos y pongamos la mirada en el fútbol. ¡Qué deporte! El fútbol no se juega sólo en los estadios; se juega en cada calle, en cada bar, en cada campo de tierra, en cada corazón que late temeroso al fuera de juego.
Todos odiamos que se trafique con nuestras ilusiones y amamos esa cultura tan propia del fútbol del aficionado. Añoramos a los héroes del pueblo y maldecimos a los esclavizadores contratos de patrocinio. Renunciamos a vender el alma del balompié; nos negamos a creer en un modelo sin orgullo. Mientras queden potreros, habrá ilusión.
Todos hemos querido ser el ’10’ de nuestro equipo, o el ‘4’, o el ‘1’. Soñábamos con debutar en Primera, con hacernos un hueco en el corazón de los niños de nuestra ciudad. Suspirábamos porque nuestra camiseta estuviera en todas partes, por meter el pie en aquella jugada que nunca nadie pudiera olvidar. Todos sufrimos por unos escudos. Nuestra sangre fluye al son de las victorias y las derrotas, de las alegrías y las decepciones. Todos sabemos que no pierde nuestro equipo; que el árbitro era malísimo, que los contrarios jugaron sucio, que el balón no quiso entrar. Todos sabemos que tras un gol llega un estallido de júbilo; que toca agarrar al de al lado, lo conozcas o no, y abrazarlo como si llevaseis una vida compartiendo techo.
Todos adoramos defender nuestros colores, discutir con el infiel que apoya al otro equipo de la ciudad, restregarle las victorias y prometer venganza en las derrotas. Tragamos veneno y aceptamos la injusticia a cambio de incertidumbre, sólo por un puñado de esperanzas. Al fin y al cabo, el fútbol no es más que eso: la magia de la fe, la ilusión de encontrarse con el triunfo.
Todos nos resistimos a la retirada. Nos seguimos arrastrando los domingos por campos acordes a nuestra calidad. Chutamos cualquier lata que se nos interponga en la calle. Creemos que nos quedan bien las camisetas de hace diez años. Miramos las botas de antaño con nostalgia.
Todos, absolutamente todos, somos el fútbol. Si usted también relaciona la gloria con la red, la pasión con la redonda, siéntase propietario de estas benditas seis letras. Los que juegan en grandes estadios son sólo una parte del engranaje.