Aparecen los casos de corrupción de nuestros altos cargos y va desapareciendo nuestra confianza en la política... y en la justicia. Da la impresión de que las condenas son inversamente proporcionales a la dimensión de la apropiación y/o la gestión indebidas. Es mucho más fácil que ingrese en prisión una pobre criatura que roba para comer a que lo haga alguien que roba millones aprovechándose de su posición. El inmenso honor de servir a los demás se convierte en un lamentable autoservicio. Podría catalogarse la situación como una terrible inversión de valores.
Mientras tanto, en el fútbol español, esa misma inversión también se palpa. Como algunos (¿o muchos?) de nuestros representantes políticos, cantidad de profesionales de nuestro fútbol demuestran con sus conductas (y su falta de arrepentimiento) que lo primero son ellos mismos, no la dignidad y la justicia. Por tanto, si para ganar tienen que fingir (tirándose en el área o marcando un gol con la mano, por ejemplo) o utilizar cualquier artimaña inmoral, no hay problema, pues lo importante es el fin, no los medios. No importa, por tanto, si los jóvenes reciben o no un buen ejemplo, o si las acciones son o no edificantes en sí mismas (independientemente de los resultados, caramba, que ganar no lo es todo). Y tampoco es que haya una reprimenda como Dios manda por parte de los medios de comunicación (por ejemplo, ofrecerle al jugador que finge varias repeticiones de su acción y preguntarle si le parece moral lo que ha hecho). Uno siempre espera que el periodismo ayude a crear un mundo mejor.
Dadas estas condiciones morales, el futuro es oscuro, la verdad. El honor de simplemente realizar lo que es ético no parece motivación suficiente, ni para algunos de nuestros dirigentes ni para los profesionales del fútbol (los del terreno de juego y los de los despachos -federaciones, directivas de clubes, etc.-, que tampoco parecen muy afectados ni dispuestos al crecimiento en valores, que es el único que realmente cuenta).
Los que amamos el fútbol creemos que este, como el deporte en general, puede ayudar a cambiar el mundo, o, al menos, a darle un poco de luz. Y los ciudadanos de a pie, los contribuyentes que sufrimos la crisis, aspiramos a estar orgullosos de nuestra clase política. Ojalá tengamos pronto, en uno y en otro campo (el del balompié y el de la administración de los bienes públicos), motivos para sentirnos orgullosos.
Ángel Andrés Jiménez Bonillo
Exárbitro de fútbol
Presidente de la Asociación Deporte Sin Insultos
Colaborador de Clan de Fútbol