L.H.C., el hombre de 67 años que murió el pasado domingo en un viejo colector de Zaragoza, junto al Ebro, se había convertido en indigente de forma voluntaria. A sus 67 años, la enfermedad y la precariedad por la que optó en la recta final de su vida le habían convertido en un anciano prematuro. Cobraba más de mil euros de pensión, pero un día decidió dejar su casa en el pueblo del que era, en la provincia de Teruel, y marcharse lejos de su familia. Al parecer, para evitarles el sufrimiento de ver cómo su vida se iba apagando por un cáncer que le habían diagnosticado.
La autopsia que se le ha practicado al cadáver ha confirmado que su muerte se debió a causas naturales, por una embolia pulmonar que le sobrevino en medio de un cuadro de metástasis tumoral que se le había extendido por todo el cuerpo.
L.H.C. vivía en su pueblo natal de Teruel, donde estaba acompañado por una hermana, su cuñado y una sobrina. Según ha informado Heraldo, ellos perdieron la pista desde que un día, por sorpresa, este hombre dejó el pueblo sin decir a dónde iba. Su familia no volvió a saber nada más de él. Ahora, tras su muerte, se ha sabido que acabó viviendo apartado del mundo y renunciando a unas atenciones que se podría haber permitido. No solo tenía garantizada la asistencia sanitaria sino que la pensión que cobraba le daba de sí para una calidad de vida a la que renunció.
En los últimos tiempos, hizo de esa tubería su casa. Un conducto de apenas un metro de diámetro en el que convivía con otro indigente que se hizo amigo suyo. Murió solo. Su compañero de casa-tubo fue el único que vio cómo se le marchó la vida. Relató que estuvo enfermo durante los cuatro días previos a su muerte, que le sobrevino en la tarde del domingo. El otro indigente le dejó a mediodía y se lo encontró muerto por la noche, después de que durante días le instara a acudir al médico. Pero el hombre se negó en todo momento.
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