La historiografía inglesa ha insistido en repetir que la actividad pirata fue un constante quebradero de problemas, con corsarios de la bajeza moral de Francis Drake o John Hawkins a la cabeza, para el traslado del oro, plata y otras mercancías del Nuevo Mundo a España. Así, según la imagen todavía presente en el cine y en la literatura, Felipe II y el resto de monarcas españoles de la dinastía Habsburgo terminaron desesperados ante los ataques auspiciados por la Monarquía Inglesa y otros reinos europeos. Sin embargo, las cifras de barcos que llegaron a puerto español desdicen esta versión romántica y falseada de la historia. La Flota de Indias se reveló como un sólido sistema casi sin fisuras.
«El sol luce para mí como para otros. Querría ver la cláusula del testamento de Adán que me excluye del reparto del mundo», aseguró el Rey francés Francisco I tras el tratado de Tordesillas, donde españoles y portugueses se repartieron el Nuevo Mundo con el beneplácito del Papa Alejandro VI. Y desde luego los dos imperios ibéricos –más tarde unidos por Felipe II– no estaban dispuestos a compartir su herencia. Es por ello que la Monarquía francesa y otros enemigos del imperio comenzaron a financiar la expediciones piratas contra los barcos que usaban los españoles para transportar las mercancías.
En 1521, piratas franceses a las órdenes de Juan Florin lograron capturar parte del conocido como «El Tesoro de Moctezuma», el grueso de las riquezas que Hernán Cortés envió a Carlos V tras la conquista de Tenochtitlan, abriendo toda una nueva vía para asaltos y abordajes. Sin embargo, los españoles aprendieron pronto a defenderse de los piratas franceses, a los que más tarde se unieron los ingleses y los holandeses, a través de impresionantes galeones, mucho más armados que los navíos piratas, y un sistema de convoys que, siglos después, serviría a las naciones aliadas en la Primera Guerra Mundial para vertebrar su defensa contra los submarinos alemanes.
Entre 1540 y 1650 –periodo de mayor flujo en el transporte de oro y plata– de los 11.000 buques que hicieron el recorrido América-España se perdieron 519 barcos, la mayoría por tormentas y otros motivos de índole natural. Solo 107 lo hicieron por ataques piratas, es decir menos del 1 %, según los cálculos de Fernando Martínez Laínez en su libro «Tercios de España: Una infantería legendaria». Un daño mínimo que se explica por la gran efectividad del sistema de convoys organizado por Felipe II. El autor de este texto es Cesar Cervera.