Investigadores del Acuario de la Bahía de Monterey acaban de resolver uno de los enigmas que intrigaba desde hacía años a los biólogos marinos: la utilidad de la cabeza transparente del pez Macropinna microstoma y sus ojos tubulares. Después de estudiar concienzudamente su comportamiento en aguas profundas de California, los investigadores han llegado a la conclusión de que este mecanismo le permite aumentar su ángulo de visión y detectar mejor a sus presas. En otras palabras: el pez ve a través de su propia cabeza.
Las imágenes de esta criatura pueden resultar engañosas, puesto que sus ojos no son los dos puntos oscuros de la parte frontal de la cabeza, sino esas dos estructuras verdes que flotan en su interior. Ambos ojos pueden rotar literalmente dentro del cráneo y permiten al pez observar lo que sucede por encima de él, de frente y a ambos lados. Los dos puntos oscuros de la parte delantera son en realidad dos órganos olfatorios.
Muchos podrían preguntarse que cómo pudiendo tener los ojos mirando hacia arriba, es capaz de ver a sus presas. Esto tiene una explicación y es que puede mover sus ojos hacia delante cuando quiere y así puede alimentarse de sifonóforos (unos animalitos del orden de los cnidarios hidrozoos que forman colonias). La transparencia le permite a los ojos poder ver a través de la propia cabeza. Tienen esta forma debido a que al vivir a tanta profundidad apenas hay luz y estos ojos permiten captar una enorme cantidad de luz a partir de un cristalino inmenso.
El estudio de este pez, de entre 4 y 5 centímetros, se ha visto dificultado por vivir a grandes profundidades y al sacarlo su cabeza se degradaba y no estaban en condiciones óptimas de estudio. Ahora se capturan algunos ejemplares y se mantienen en acuarios, para estudiarlos de una forma más sencilla sin afectar al estado del pez.