El reloj de la Puerta del Sol, un regalo de un hombre singular
Martes, 3 de diciembre de 2013 | e6d.es
• El leonés exiliado en Londres José Rodríguez Losada donó a la Villa de Madrid la máquina que se inauguró en 1866
«José Rodríguez Losada, el del reloj de la Puerta del Sol, ¿fue realmente relojero?», se preguntaba Luis Montañés en un artículo sobre «El famoso y celebrado Losada» publicado en ABC en 1962 para responder con un sorprendente: «no lo fue». El suyo es un caso «sui generis» en la historia de la relojería. Nacido un 8 de mayo de 1797 en el pueblo leonés de Iruela, según documenta Luis Alonso Luengo, se cree que fue pastor antes de aparecer en el Madrid de 1828 como oficial del Ejército. Su verdadero nombre era José Rodríguez Conejero, pero adoptaría el de Losada siguiendo la costumbre de emplear el nombre del lugar de nacimiento (Iruela pertenecía a la jurisdicción de Losada). En lo que los historiadores coinciden en que su participación en una conspiración liberal en 1823 contra el absolutismo de Fernando VII le obligó a exiliarse a Londres. José Zorrilla, que escribió en su recuerdo el poema «Una repetición de Losada», cuenta en sus memorias cómo éste le recordó en una ocasión que siendo un revolucionario activo Losada retuvo una noche atado de pies y manos a su padre, el superintendente de Policía José Zorrilla Caballero, para huir hacia la frontera. El empresario español compensaría a su hijo salvándole económicamente en aquel Londres de mediados del siglo XIX. También Benito Pérez Galdós relata en los «Episodios Nacionales» las reuniones de Losada con Carreras, otro refugiado de la persecución fernandina que introdujo el primer cigarrillo en Londres. Ya entonces Losada se había convertido en un hombre de negocios de éxito, pero ¿cómo? Algunas fuentes señalan que en Londres comenzó a trabajar en una relojería, otras que habría aprendido el oficio en Madrid y lo perfeccionaría en Inglaterra... sí se sabe que se casó con Hamilton Ana Sinclair, una escocesa diez años mayor que él que, según se ha apuntado, podría ser viuda de un fabricante de relojes. El hecho es que su carrera como relojero fue fulgurante. Abrió un establecimiento con su nombre en el 105 de Regent Street, en un elegante barrio londinense. En su trastienda acogió «La Tertulia del Habla Española» a la que acudían Zorrilla, Ramón Cabrera, o el General Prim , convirtiendo la relojería en el punto de encuentro de los emigrados españoles. «Sonaba por entonces (1853) el nombre de un relojero español que no sólo había logrado vencer las dificultades del arte, sino que había eclipsado también la reputación de los más hábiles artistas de la Gran Bretaña, donde se pagaban sus relojes y cronómetros a mayor precio, alcanzando el prestigio de la moda», señala Fernández Duro en sus «Disquisiciones náuticas». Inglaterra era entonces el país puntero en mecánica e ingeniería. Realizó varios trabajos para la Casa Real española, como un reloj saboneta para Isabel II y varios para el rey consorte Francisco de Asís y para algunas de las Infantas. Su principal cliente fue, sin embargo, la Marina española. En 1854 Rodríguez Losada recibió la medalla de Caballero de la Orden de Carlos III y nombrado dos años después relojero cronometrista de la marina militar y del Rey. En ese año de 1856, Losada viaja a España por primera vez tras su huida. Le seguirían otras dos visitas, en las que volvería a su tierra natal. En 1865 donó a la Villa de Madrid el reloj ante el que hoy se comerán las uvas millones de españoles y al que se dedicaron más cuatro años de trabajo en Londres. También donaría al Observatorio de San Fernando tres péndulos o al Museo Naval un reloj astronómico en el que empleó ocho años. Otros relojes «Losada» son el de la catedral de Málaga (1968) y el reloj farola de Jerez, así como el de la catedral de Caracas, en Venezuela. El autor de este texto es M. Arrizabalaga. Leer noticia completa y ver hilo de debate en el abc.es.