El papel de una traductora en la India
Cintia Pinel es voluntaria en el Departamento de Apadrinamiento de la Fundación Vicente Ferrer
Cintia Pinel llegó a Anantapur hace seis meses, recién cumplidos los 25 años. Graduada en Derecho y máster en Asesoría y Gestión Tributaria, trabajaba en un destacado bufete de abogados y decidió hacer una parada en su carrera profesional para ejercer como voluntaria en el Departamento de Apadrinamiento de la Fundación Vicente Ferrer (FVF). Allí ayuda cada día durante ocho horas al discreto ejército de traductoras y traductores que constituyen una pieza clave para el funcionamiento de la organización. Acaba de renovar su compromiso para los próximos tres meses y, además de una parada, la experiencia está siendo una fuente de alegría e inspiración.
Cuéntanos quiénes son esas personas que traducen las cartas de la Fundación.
Son alrededor de medio centenar y mayoritariamente proceden de comunidades desfavorecidas. Para poder ejercer, reciben una formación previa de seis meses de español, o bien han estudiado en la Escuela Profesional de la Fundación y por lo tanto se han formado durante casi un año. Aprenden muy rápido. Una vez contratadas, reciben una hora diaria de clases de español durante tres años. La mayoría son mujeres, casi todas casadas y satisfechas de tener su propio empleo. Antes de ir a trabajar se levantan muy temprano y preparan comida, dependiendo de su religión también rezan, y muchas estudian por la noche. Nunca se cansan de aprender, a pesar de que algunas llevan más de quince años haciendo este trabajo.
Traducen las cartas que 118.000 niñas y niños de la India rural mandan a sus padrinos. ¿Cómo se organizan?
Cada año los menores apadrinados envían dos cartas a sus madrinas o padrinos. Hay que traducirlas del telugu, la lengua oficial del estado de Andhra Pradesh, al español. Lo hacen a mano: cada persona se encarga de unas cuarenta cartas al día. Sólo esto ya supone haber traducido más de 3 millones de misivas en quince años. Además traducen la correspondencia en sentido contrario, de los padrinos a los menores, y también los escritos que los grupos de mujeres mandan a quienes les dan apoyo desde España. Pero no se trata sólo de traducir, sino de interpretar, de identificar posibles incongruencias entre una carta y la siguiente y de coordinar el contacto con los referentes de las aldeas que las recogen y reparten. Además, las y los traductores salen a terreno acompañando a visitantes, padrinos o trabajadores de la Fundación para que se puedan comunicar bien con las personas que viven en las aldeas donde trabaja la FVF.
¿Cómo les ayudas?
Aunque son muchos, intento estar a diario un rato con cada uno, resolviendo al momento las dudas que tengan. Y también llevo a cabo proyectos más a largo plazo, a partir de la experiencia de comprobar cuáles son sus principales dudas o errores lingüísticos. Por ejemplo, al llegar hice un manual para que tengan a mano diferentes propuestas de saludos y despedidas al traducir las cartas del telugu al español.
Habrás visto muchas cartas. ¿Algún recuerdo especial?
Bastantes. Recuerdo especialmente la carta de una madrina, una señora mayor. Su letra era temblorosa y le explicaba a su apadrinado que le estaba costando mucho escribirla, que sería la última que le mandaba. Pero le pedía que él siguiera escribiéndole, que sí que podía leer, que estaría esperando sus noticias.
¿Y sobre el contenido de las cartas de los niñas y niños?
Hablan sobre sus estudios, su familia y sus aficiones. Tienen en común que viven con normalidad situaciones muy duras que para nosotros pueden resultar impactantes, y con esa misma normalidad lo explican en las cartas.
Tienes el poder de cambiar el presente de la India
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