Aunque los obispos valencianos están muy preocupados por la falta de vocaciones, Valencia todavía sigue siendo una cantera de sacerdotes. Vive de renta de los grandes tiempos del seminario de Moncada, el mastodóntico edificio en el que hace medio siglo estudiaban 812 seminaristas (hoy sólo son 20). No extraña, pues, que doce de las 70 diócesis de España tengan un prelado valenciano. Tampoco sorprende que, cuando la diócesis chilena de Copiapó, en la desértica región de Atacama, fue fundada en 1958 y lanzó un SOS para que la Iglesia universal paliara la falta de vocaciones de aquella paupérrima región, el Vaticano pensara en la potente Valencia. Así fue: sacerdotes valencianos partieron en misión hacia Copiapó durante todo el siglo XX. Hubo curas valencianos en Copiapó, ininterrumpidamente, entre 1958 y 2008. Y ahora, ante la carestía de curas locales, dos nuevos curas valencianos van a marchar hacia Atacama en un viaje que emprenden mañana.
Se trata de dos veteranos: Antonio Vargas, de 63 años y hasta ahora párroco de la iglesia de San Lorenzo y el Pilar de Valencia, y Enrique Sarneguet, cura de Alginet de 51 años. Son veteranos porque ya han estado en Copiapó: Antonio se volvió en el 98 para atender la salud de sus padres y Enrique regresó en 2008 tras sufrir un infarto en la diócesis chilena y haber sido operado allí.
Pero ahora vuelven a la misión chilena. Es difícil partir de casa, pero les espera algo estimulante: «Allí el cura está muy integrado en la vida de la comunidad. A diferencia de la Vieja Europa y la España tradicional, la América pobre no ha sufrido la crisis de fe y mantiene viva una religiosidad popular muy extendida», explica Antonio. La vida no siempre es fácil. A Enrique todavía le viene a la cabeza la casa de madera que le entregaron como casa abadía. «Tuve que retocar el baño porque no estamos acostumbrados a aquello, pero lo cierto es que la gente es muy amable. Los curas somos más valorados que en España. Su creencia es más natural: pasa por el corazón y no por la cabeza. Eso hace diferente la evangelización», precisa. P. Cerdá.
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