La Guardia Civil ha detenido a tres chicos de 16 y 17 años en Pinto (Madrid) acusados de un delito contra la integridad moral, por vejar e insultar a otra compañera de clase. La investigación comenzó a finales de mayo cuando la chica abandonó el colegio incapaz de aguantar las vejaciones. El acoso iba más allá de las paredes del centro y continuaba por WhatsApp y a través de las redes sociales. Han sido varios los testigos, entre alumnos y profesores, quienes corroboraron el trato recibido por la víctima desde el inicio del curso escolar. Ahora llega el momento de criminalizar a todos. Es la práctica habitual.
No es el primer caso de acoso escolar que ocurre en España -bullying lo llaman los posmodernos trasnochados-. Ya saben, todo lo foráneo suena guay. De hecho, ya ha fallecido alguno en lo que va de año. Es terrorífico que un chaval se quite la vida debido a la violencia escolar. ¿Hasta cuándo? No me sorprende que en la sociedad haya abuso de poder. Desde los orígenes de los tiempos ha existido que alguien someta a alguien. Siempre ha habido un abusón en el colegio, en el barrio, en el trabajo... y, desgraciadamente, siempre lo habrá. Es lo que se ha llamado la ley del más fuerte. No creo que se erradique con cuatro leyes.
Pero sí hay dos factores que me llaman poderosamente la atención. Por un lado, la baja tolerancia al fracaso, al sufrimiento, que tiene la sociedad actual y nuestros jóvenes en particular. Estamos convirtiendo a nuestros hijos en auténticos memos que no sabrán enfrentarse el día de mañana a un jefe injusto -que por desgracia, también pueden tener-. Y por otro lado, la crueldad de los tratos vejatorios de los jóvenes hacia sus compañeros. Es espeluznante que a esas edades sean tan sádicos con sus compañeros. Parece que los jóvenes no tienen conciencia del dolor que afligen. Lo triste es que me temo que en ambos casos los culpables somos usted y yo. Los padres, que estamos convirtiendo a nuestros hijos en unos déspotas insoportables. Eso sí, con todos los caprichos a su alcance.
Diego Gafo