Eskil Ronningsbakken vive suspendido a alturas de vértigo
Martes, 29 de julio de 2014 | e6d.es
• Coqueteos con la muerte
Siempre es el mismo ritual. Se empieza con los pies en la tierra. Luego, un poquito más arriba. Y un poquito más, y un poquito más, y un poquito más. Hasta que uno se encuentra pedaleando una bicicleta por un cable suspendido en un abismo a mil metros del suelo. Es la vida de Eskil Ronningsbakken (Hamar, 1979), un noruego equilibrista que se fotografía en las alturas y que ve lo suyo no como una oportunidad de Guiness sino como expresión artística. Todo empezó a los cinco años, con una visita peculiar a un hogar que hacía rutina con lo extraño: “Mi padre era pintor y traía a casa gente de todo tipo. Gente que llamarías rara [ríe]. Nos visitó un yogui hindú y me quedé fascinado con cómo controlaba su cuerpo”. Las contorsiones de Harald Olsen, que es el improbable nombre del yogui, plantaron la semilla en Ronningsbakken de que lo suyo era el arte corporal extremo. Algo que no sentó nada bien a sus dos padres, por el peligro, “aunque en los últimos años lo habían aceptado”. Habían, porque su padre, Oddmund Ronningsbakken, murió el mes pasado. “Pero lo llevo dentro de mí”, afirma. Tal vez sea ese espíritu de artista la clave de su gran éxito, que solo crece. Apariciones para audiencias millonarias en Discovery o BBC que a sus 35 años ahora cristalizan en su propio programa para una gran cadena que aún no puede desvelar. Pero el oropel de la atención de los medios no le obsesiona. Lo que le quita el sueño es la foto perfecta: “Que no existe, ¿verdad? Pero siempre se puede mejorar”. Lo ha hecho hace unos días en una montaña con forma de dedo, que sin embargo, se llama Bladet (la pluma), en su Noruega natal. La imagen abruma. Un Ronningsbakken diminuto suspendido sobre un pico con una mano. Y boca abajo, cara a cara con la muerte. Ronningsbakken es muy consciente de ella, de la muerte. Por eso no se anda con tonterías cada vez que sube a la montaña. “Si discuto con mi mujer, lo arreglo antes de subir [ríe]. En serio, no puedo tener ningún problema con nadie. Apago el móvil, no contesto a mails… No puedo llevarme nada malo dentro ahí arriba”. Tal vez por eso se ha animado a lo del yoga, que le ha enseñado su esposa, Denisse, a la que conoció tras tres años en Perú “por las alturas y los amores”. Sin embargo, cuando llega el momento, la emoción lógica lo abruma: “Miedo. Mucho, mucho, mucho miedo. Me visualizo de las dos maneras: lo consigo y me caigo. Y si me caigo, me mato. Así que elijo el éxito”. El autor de este texto es Ángel Luis Sucasas. Leer noticia completa y ver hilo de debate en elpais.com.