España: todo por hacer en la Selección de Fútbol
“Los cambios, transiciones y relevos en los grupos deben llegar en lo más alto, no cuando se olfatea un final inminente”
Misión: renovarse o morir. Moraleja del Mundial: los cambios, transiciones y relevos en los grupos deben llegar en lo más alto, no cuando se olfatea un final inminente. En plena transición, que no revolución, Del Bosque, que en las horas previas apeló a la sensatez como hoja de ruta para gestionar el descalabro mundialista, dibujó un equipo novedoso ante Francia. En París, allí donde Valdés demostró que bien vale una misa, la titularidad fue para De Gea, que dejó en el banquillo a Casillas, emparedado entre su brillante pasado y su tortuoso presente. La noticia fue almíbar para los que le detestan y hiel para los que santifican hasta sus anuncios contra la caspa.
Más novedades. Mera casualidad o futuro indicio, apenas un jugador del Barça entre los titulares (Busquets). Más allá, titularidad para San José, premio para Raúl García y una confirmación, la de Costa, con la asignatura pendiente de descubrir si el de Lagarto debe integrarse en el estilo de sus compañeros o si, por el contrario, el equipo debe reinventarse para sacar tajada de sus condiciones. Francia, un equipo hecho, con cimientos sólidos, mucho despliegue físico y también talento, fue una buena piedra de toque. Un rival serio, exigente, capaz de descoser a España en diferentes fases y de hacerle reflexionar acerca de todo el trabajo que aún le queda por delante, porque margen de mejora tiene.
Entre la nostalgia del éxtasis de Sudáfrica y la depresión del batacazo de Brasil, España debe construir su futuro desde la realidad: le queda un mundo para alcanzar un nivel de exigencia bestial, pero eso se puede conseguir desde el trabajo, la confianza y la unión. Francia fue un test serio y España, aún en obras, no aprobó. Dejó un primer tiempo potable, admisible, donde fue de menos a más, pero sin chutar a puerta y sin enamorar, y una segunda mitad más pobre, donde encajó un gol anulado (legal) y otro que subió al marcador. Ambos, de bella factura. En lo positivo, la sabiduría de Azpilicueta en la marca, el atrevimiento de Carvajal por su carril, esa magia que Silva aún conserva intacta, y una media hora inicial prometedora de Fàbregas, que después acabó diluyéndose. En lo menos positivo, las dificultades de Costa y García en el juego estático, a pesar de su voluntad, las pérdidas de balón en tierra de nadie (lo peor ante un rival de contra fuerte) y el regreso de un viejo vicio español, de ayer, hoy y siempre: la falta de contundencia arriba. Ni un solo disparo para poner en serios aprietos a Lloris. El autor de este texto es Rubén Uría. Leer noticia completa y ver hilo de debate en eurosport.yahoo.com.
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