Con tan solo 31 años, Bibi Shaik ha sufrido demasiado para ser tan joven. Viuda y con una hija de 14 años, fue captada a los 27 por una mafia de trata de personas que aprovechó su precaria situación económica y que le prometió un trabajo que nunca llegó a desarrollar. En su lugar se vio envuelta en una red de prostitución en la que fue explotada durante dos años. Bibi es una de las 71 mujeres que en la actualidad trabajan en los talleres de producción de incienso, compresas, desinfectante natural, costura, bordado y encuadernación del Centro de Formación de la Fundación Vicente Ferrer (FVF) en Gandlapenta, área de Kadiri. El objetivo del proyecto es la reincorporación laboral y el empoderamiento de las mujeres que, como ella, han sido víctimas de la explotación sexual o la violencia de género, así como viudas y mujeres abandonadas por sus maridos.
¿Por qué decidiste migrar?
Ganarse la vida aquí es muy difícil, tenía muchas deudas. Mi marido trabajaba haciendo tabaco y no teníamos dinero suficiente para pagar el alquiler, por lo que me dejé llevar cuando alguien me dijo que podría conseguir dinero trabajando como empleada del hogar en Arabia Saudí. Como en los pueblos todos nos conocemos sabemos las familias que necesitan dinero y las que no. Así, el mediador de una de estas mafias contactó conmigo para ofrecerme una oportunidad. Había oído que muchas familias habían salido adelante gracias a trabajar en sitios como Arabia Saudí, así que no me lo pensé.
¿Cuándo te diste cuenta de que te estaban engañando?
Mi marido, el mediador y yo comenzamos un viaje a Mumbai para dejar listo mi visado. Sin embargo, a mitad de camino el mediador convenció a mi marido para que se volviera al pueblo. Cuando llegamos a Mumbai me encerró en una casa donde abusó sexualmente de mí durante varios días. Para él esto era un entrenamiento de lo que verdaderamente iba a tener que hacer en Arabia Saudí, la prostitución.
¿Podías decidir si volver o no a casa?
El dueño del negocio decidía si las mujeres volvían a sus casas o no. Nos retenían el pasaporte por lo que dependíamos de ellos. De lo que yo ganaba, mi jefe se quedaba gran parte. Lo que me correspondía se lo enviaba a mi marido que acabó gastándolo todo para cubrir deudas.
¿Cómo conseguiste salir?
Estuve retenida por una mafia de explotación sexual durante un año pero me dejaron volver cuando mi marido enfermó y murió, con la condición de que en dos meses regresara. Tras la muerte de mi marido mis suegros, con los que vivía hasta entonces, me repudiaron y me echaron de casa con mi hija, por lo que me vi obligada a volver a Arabia Saudí dejando a mi hija con mi madre. Tras otro año allí, enfermé. Nadie sabía lo que tenía así que la mafia utilizó mi dinero para comprarme el billete de vuelta. En mis condiciones ya no les era útil para nada.
¿Cómo supiste del apoyo que la FVF ofrece a mujeres en tu situación?
Estaba muy enferma con problemas en el intestino. Al volver los vecinos de mi pueblo me recomendaron acudir a los trabajadores de la Fundación, que fueron quienes me dieron un tratamiento y gracias a los cuales pude operarme. Me quitaron el útero pero ahora ya estoy bien. Ese fue mi primer contacto con la Fundación y a partir de ahí conocí su trabajo en Gandlapenta, donde hacen sesiones de concienciación por los pueblos. Desde que trabajo fabricando compresas en los talleres de la Fundación, he ayudado a prevenir que unas 40 mujeres pasen por lo que yo pasé. Ahora tengo un sueldo, apoyo psicológico cuando lo necesito y mucha seguridad. Me encanta trabajar aquí.
¿Qué consejo darías a mujeres en situación de vulnerabilidad?
Les diría que buscaran trabajo en sus pueblos aunque no cobren mucho. Es mejor hablar con los que te pagan y pedir un aumento de sueldo si es necesario que emigrar a otros lugares donde no sabes lo que te puedes encontrar, y donde muchas veces te acaban engañando. El sufrimiento posterior es infinito. Es una injusticia cómo las mafias engañan a las mujeres necesitadas como yo para aprovecharse de ellas sin ofrecernos el trabajo que nos prometieron. Mi familia no supo nada de mí en 3 meses desde mi partida y eso es muy duro
El Seis Doble | Fundación Vicente Ferrer
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