• El fútbol español es un canto a la desproporción. A la desproporción económica, se entiende, madre de la mayor parte de las desproporciones
Leemos y escuchamos acerca de la «tragedia humanitaria» en Gaza. Lo que allí sucede es una «tragedia humana». Lo humanitario remite a lo consolador, lo benéfico, lo compasivo, lo solidario... No puede ir unido, en su significado idiomático y su sentido informativo, a lo catastrófico, a lo mortífero. Se escribe y habla también de la «actuación desproporcionada» de Israel. Una guerra no es una empresa igualitaria en la que aquel que posee más fuerza la recorta, adaptándola a la del enemigo, para equilibrar la situación. Por otra parte, Israel está empleando una parte mínima de su poder militar. Si Hamas dispusiera de la misma capacidad destructiva, sabríamos de verdad lo que es una «actuación desproporcionada». Sea como fuere, que cese cuanto antes la hemorragia. Ya se sabe que el deporte, especialmente el fútbol, es un sucedáneo incruento de la guerra, de cuyo lenguaje se nutre a menudo. El menor día alguien se referirá a una «actuación desproporcionada» cuando el Madrid o el Barcelona le meta seis al rival de turno. El fútbol español es un canto a la desproporción. A la desproporción económica, se entiende, madre de la mayor parte de las desproporciones. Esta pretemporada está mostrando, en el capítulo de fichajes, a un Madrid y un Barça en la nueva apoteosis de esas desproporciones que los hermanan en la rivalidad y los alían en el exclusivismo. Un festejo orgiástico al que los demás, espectadores de la opulencia ajena, asisten con la anual mezcla de envidia, frustración, abatimiento, cabreo e impotencia, aunque de tarde en tarde alguno rompa en parte el férreo bipartidismo. Cuando eso ocurre, Madrid y Barça añaden a su pugna elitista un doble deseo de reconquista que aplaste al intruso y convenza a los osados de que la excepcionalidad no es más que un descuido momentáneo de la utopía, relajada en exceso. Y aceleran en su carrera para ver quién se impone sobre quién en esta guerra deportiva de acumulación de estrellas. Y en esa otra batalla propagandística consistente en provocar unos titulares periodísticos que difunden el eco de los millones desembolsados (derrochados o invertidos, según lo analice cada cual) como quien esparce por el mundo la palabra de Dios. El símbolo del euro o el dólar brilla en el cielo In hoc signo vinces. El autor de este texto es Carlos Toro. Leer noticia completa y ver hilo de debate en elmundo.es.