• Pasaron del pantalón corto a la sotana y viceversa
Entre las profesiones ejercidas por nuestros futbolistas antes de abrirse camino con el balón, hubo de casi todo. Tenderos y mecánicos de taller, oficinistas y estudiantes, mozos de cuerda, albañiles, campesinos, mineros, cerrajeros, choferes, cobradores puerta a puerta… Otro tanto cabe decir sobre su dedicación laboral tras colgar las botas, puesto que aparte de entrenadores, ojeadores, masajistas, profesores de Educación Física o utilleros, labores comúnmente asociadas a estrellas de latón gastado, encontramos pintores de brocha gorda o artísticos con cierto mérito, periodistas, encargados de taller, funcionarios, comerciantes, médicos, ingenieros, profesores, topógrafos, abogados, jueces, cineastas, escultores, políticos, e incluso algún magnate empresarial. También hubo, obviamente, quienes se despeñaron a las primeras de cambio, en pleno derrape por las curvas de la vida, quien pagó los excesos con temporadas de reflexión carcelaria y hasta, unos pocos, capaces de simultanear carreras por la banda con su pertenencia a la Guardia Civil o el Ejército. Como de todo ha de haber en la viña del Señor, ni siquiera faltaron frailes y curas. Unos en formación y otros con tonsura y solemne misa cantada. Proyectos de religioso hasta que el esférico se cruzara en sus vocaciones y clérigos reverendísimos, capaces de pasar del pantalón corto a la sotana y viceversa. A estos, al repaso de futbolistas por la gracia de Dios, van dedicadas las siguientes líneas. Muchos, más del medio centenar, cimentaron su pasión deportiva en los patios del Seminario o por los abundantísimos centros de profesión religiosa, allá en la España pre y pos bélica. Eran tiempos tan fértiles para la vocación eclesiástica como marcados por la necesidad. Y desde esa perspectiva, no pocas familias verían en esos lugares sólo un económico internado donde sus vástagos pudieran cursar bachillerato. Por simplificar, revisemos las biografías de Juanito Urquizu y Carlos Ruiz, medio destructivo y delantero centro, respectivamente, uno del periodo prebélico y otro fruto del tardofranquismo. Juan José Urquizu Sustaeta (Ondárroa 24-VI-1901), sin dudad es más recordado como entrenador hecho bajo el paraguas de Mr. Pentland que como futbolista, puesto que dirigió al At Bilbao las campañas 1940-41, 41-42, 42-43, 43-44, 44-45, 45-46, 46-47 y 47-48, si bien esta última durante 7 únicos partidos, para pasar a continuación por los banquillos del Real Oviedo (1948-49 y 49-50), Real Murcia, Baracaldo (parte de 1947-48, 1950-51 y 51-52), Aurrerá de Ondárroa (54-55 y 55-56), Levante (media campaña 56-57 y el tramo inicial de 57-58), Orense (58-59 y 1962-63), Deportivo Alavés (63-64) y de nuevo Aurrerá (64-65 y 65-66). Durante su etapa en los banquillos lograría proclamarse campeón de Liga en 1942-43, así como de Copa los años 1943, 1944 y 1945. También tuvo ocasión de festejar algún triunfo menor, como el del ascenso a 2ª con el Orense en 1959, en tanto el envés de la moneda lo viviría en Oviedo, al descender a 2ª División la campaña 1949-50. Antes, sin embargo, fue estudiante en el Seminario de los Escolapios, destacando más con el balón en los pies que por su fervor. Futbolista en el Erandio vizcaíno (1916-17, Osasuna de Pamplona (1917 a 1926, con brevísimo paréntesis en el Deusto), Real Club Deportivo Español (en realidad sólo como refuerzo para una gira sudamericana la temporada 1925-26), Osasuna nuevamente (1926-27), Real Madrid (1927 a 1929) y Athletic Club de Bilbao desde la temporada 1929-30 hasta su retirada en 1934-35. Internacional absoluto contra Portugal, en marzo de 1929, y profesional declarado sólo a raíz de su ingreso en el Athletic bilbaíno, el advenimiento del Campeonato Nacional de Liga (febrero de 1929) le alcanzó ya algo talludito, pese a lo cual disputó 85 partidos en dicha competición, cuando los torneos constaban de 18 y 22 jornadas. Si conoció el éxito durante su etapa en los banquillos, aún resultó más fructífera su carrera sobre el césped, no en vano pudo proclamarse campeón de Liga las ediciones 1929-30, 1930-31, 33-34 y 35-36, así como de Copa los años 1930, 1932 y 1933. Su popularidad e ideología próxima al bando vencedor en la Guerra Civil, le llevó a ser designado, meses después del último parte fechado en Burgos, delegado de Auxilio Social en Ondárroa, localidad pesquera del litoral vizcaíno donde habría de fallecer (22 de noviembre de 1982), sin ver el triunfo futbolístico de su hijo, muchacho con buenas maneras a quien pudo dirigir en el C. D. Orense y Aurrerá. Leer noticia completa en cihefe.es.