Gurugú Fútbol Club

Martes, 4 de marzo de 2014 | e6d.es
• Los inmigrantes que esperan el salto a la península en el monte marroquí tienen una pasión, el fútbol

Cuando uno mira, en un día despejado, el monte Gurugú en todo su esplendor, no puede dejar de pensar en cómo se las arreglarán allí esos chavales para superar cada día sin desfallecer. En cómo puede un chico dejarlo todo, viajar miles de kilómetros y sobrevivir en un campamento empedrado, a la intemperie, cercado por hombres armados que vigilan todos sus movimientos y observar cada día, a escasos cientos de metros, el soberbio vallado, la última frontera; y la vida, la ansiada vida, más allá de las alambradas.
En esas condiciones, el día a día se desenvuelve en torno a funciones básicas de supervivencia. La alimentación, por ejemplo, se convierte en todo un ritual en donde hay asignada una persona para cada proceso. Están los que se levantan temprano y bajan a comprar pan con el poco dinero que puedan tener y los que van al zoco de Beni Enzar a mendigar en las casquerías y los puestos de fruta y verdura. También hay algunos que andan a por agua, otros que recolectan ramas de acebuche para hacer con ellas infusiones. Siempre hay algún manitas de los fogones que sabe rodearse de sus generosos pinches e incluso está el glotón del campamento.
En los asentamientos situados a menor altitud, la tarea principal es la de vigilancia. Los que allí subsisten son los encargados de velar por todos los que se esconden más arriba. Suelen ser los más veteranos, los que más tiempo llevan en el bosque. La mayoría duermen en cuevas y casi todos provienen de Camerún.
Sin embargo, el resto de campamentos están dispuestos como pequeñas ciudades de paso. Hay espacio para descansar, para cuidar de los enfermos, para comer, para rezar o para dormir. Siempre hay algún camarada que hace de peluquero, otro que intenta hacer las veces de médico o enfermero; está el que da las noticias al resto, el que enciende el fuego, el que corta la leña o el que remienda los ropajes. Pero, aunque parezca mentira, lo que no puede faltar en ninguno de estos emplazamientos es un campo de fútbol.

 
El fútbol les une
Ningún campo cumple las medidas reglamentarias y, en la mayoría de los casos, ni siquiera hay ramas, árboles o piedras que hagan las veces de portería, pero, en todos los asentamientos ocupa el lugar central. Es, sin duda, la instalación más importante de todas y la que demanda un mayor espacio.
En estos campamentos conviven hombres de diversas edades venidos de más de diez países distintos. Algunos son licenciados o ingenieros y en cambio otros no saben leer ni escribir. Pero, prácticamente todos se encuentran y se retan de igual a igual en el campo de fútbol. El autor de este texto es Jesús Blasco de Avellaneda. Leer noticia completa y ver hilo de debate en eldiario.es.