Hacia ninguna parte | Relato literario de Eva Borondo
Viernes, 6 de enero de 2017 | e6d.es
• Tuvo que andar mucho más camino, hasta dónde no había autobuses ni otros medios de transporte
Allí, en medio de la nada, entre neones que iluminaban la basura de la ciudad, fue cuando decidió dejarlo todo y viajar al sur. Lo lógico hubiera sido ir al norte, donde todos siempre se dirigían, incluso él, pero pensó que su camino de huida sería convencional como el de todos. Mejor ir al sur, al origen de todo. Estaba en el medio, en la media civilización, a medio camino entre el progreso y la humanidad. Sabía de muchos que, como él, habían huido a un mundo mejor dirección norte y no fue lo peor que encontraran la muerte, sino verse a sí mismos como una rueda más de un mecanismo explotador. Decían que eran felices, pero sus cartas dejaron de llegar cada vez con más distancia en el tiempo y enviaban fotos en las que aparecían más gordos y con más ojeras. No tenían familia allí, ni amor, pero el norte les tenía en un 40 por ciento de impuestos cogidos del cuello. El sur no lo había intentado nadie o, al menos, no conocía a nadie que se hubiera propuesto como él tomar un autobús sucio, que llegaba una vez a la semana, para marcharse e iniciar una nueva vida. Ese autobús no le llevó al inicio del mundo, todavía allí estaba la huella de los hombres del norte porque podía ver galerías mineras y torres de succión de petróleo. Tuvo que andar mucho más camino, hasta dónde no había autobuses ni otros medios de transporte y paró a menudo en pueblos de pocos habitantes para que sus pies se curasen de las llagas que le producían los zapatos. Y cuando llegó al final, al sur, comprendió que había llegado de nuevo a la mitad de la nada y que, si bajaba más, realmente estaría subiendo otra vez al deshumanizado “Primer Mundo”.