• “Quizá sólo hubiera sido la clásica gran tarde que todo portero medianillo tiene de cuando en cuando…”
La Copa de la temporada 61-62 arrancó en dieciseisavos con una sorpresa mayúscula: la eliminación del campeón, el Atlético, a pies del colista del Grupo Norte de Segunda División, el humilde Basconia. Fue un alcorconazo en blanco y negro, pero con un agravante: el Atlético cayó en partido de desempate en Valladolid. Claro que por ahí asomaba un tal Iríbar…
El Atlético era campeón de Copa. Lo había sido de las dos últimas ediciones, y en ambas ganándole la final en el Bernabéu al Madrid de Di Stéfano, Puskas y Gento. La de 1960 fue la primera que ganó el Atlético en su historia. Repitió en el 61. Si ganaba la del 62, obtendría el trofeo en propiedad. En eso pensaban sus aficionados.
El Basconia era un buen aperitivo. El partido de ida es en el Metropolitano, el 14 de febrero de 1962 y el Atlético gana por 3-0. Si el Basconia no se llevó una goleada estruendosa fue porque paró una enormidad un muchacho desconocido, alto y delgado, que ocupaba la portería. Se llamaba Iríbar y nadie había oído hablar de él en Madrid. No era internacional juvenil, no era conocido. Quizá sólo hubiera sido la clásica gran tarde que todo portero medianillo tiene de cuando en cuando…
Corresponde jugar los partidos de vuelta el 28 de febrero, pero el Atlético le pide al Basconia un y el club vizcaíno acepta. Como el Atlético tiene que jugar en San Mamés, en Liga, el 18 de marzo y el 19, lunes, es San José, propone ese día festivo para el partido de vuelta. Así ahorrará un viaje. Ambos equipos van a tener que jugar dos partidos en dos días consecutivos, pero como la cosa se daba por hecha… Al Basconia lo de jugar en San José le venía bien. Su campo, Basoselay, no tenía luz. Cualquier día laborable hubiera tenido menos , porque no podía poner el partido de noche.
El Atlético tiene un viaje perro a Bilbao. El avión no puede aterrizar el sábado y regresa. Toman el autocar, pero hay nevadas que dificultan el viaje. Al fin llega hora y media antes del partido, ante el que hay una expectación nerviosa. El Atlético es tercero, a dos jornadas del final; el Athletic, sexto. Aunque el Atlético empezó como una sucursal madrileña del Athletic, pasados los años fue recibido con creciente antipatía en San Mamés. El partido tenía un picante más: acudía Hernández Coronado, el seleccionador nacional, que estaba preparando la lista para el Mundial de Chile. Desde 1950 no habíamos estado en el Mundial, fallamos a los del 54 y el 58, y estar en esa lista era muy goloso. Los dos equipos tenían aspirantes. Además, había muerto poco antes Míster Pentland, que entrenó a ambos clubes. Los 22 jugadores llevan brazalete negro, pero el fallecimiento se siente más en San Mamés, porque Pentland triunfó sobre todo en el Athletic. Su recuerdo actúa de motivador. Al Atlético le faltan dos puntales, Griffa y Ramiro.
Y el partido fue un destrozo. Lluvia, barro y un Atlético que se hunde. A la media hora pierde 3-1 y se le han lesionado Rivilla y Amador, que pasan a jugar de delanteros figurativos. Termina 5-1 y a última hora se lesiona también Collar.
Con ese palo y esas bajas tiene que jugar el día siguiente el Atlético en el campo de Basoselay, en Basauri, al ladito de Bilbao. Las 8.000 localidades están repletas de un público que lo que quiere es admirar a las grandes figuras del Atlético, los Pazos, Calleja, Chuzo, Glaría, Jones, Mendonça, Peiró… Hasta se lamenta que no pueda jugar Collar. No hay ninguna esperanza de levantar el 3-0. El Basconia también jugó el domingo, en Burgos, perdió 3-1 y es último del Grupo Norte. Se le ve en Tercera.
Pero se produce una jornada de júbilo. Un Atlético cansado, dolorido y desmotivado es barrido por los chicos del Basconia, que marcan tres goles y estrellan dos tiros en los palos. Cuando se pita el final, los rojiblancos alzan los brazos al cielo, como diciendo, ¡por fin! Se veían arrasados, eliminados. Ahora, no. Ahora hay un partido de desempate por delante, frescos, con algún lesionado recuperado. Será otra cosa.
¿Otra cosa? El desempate es el jueves, en Valladolid. Radio Bilbao transmite el partido en directo y Basauri se llena de altavoces por las calles, colocados por los comercios, para que la gente pueda seguir el partido sin abandonar sus ocupaciones. En realidad, la ciudad para. El Atlético recupera a Collar, para hacer ala con Peiró. Le falta Mendonça, con un dolor en la ingle. Pero saca un equipazo, salvo quizá el ala derecha: Pazos; Calleja, Callejo, Rodríguez; Chuzo, Glaría; Rives, Medina, Jones, Peiró y Collar.
El Basconia juega con once entusiastas desconocidos: Iríbar; Carlos, Orive, Larrea; Ealo, Olave; Otiñano, Sainz, Menchaca, Maguregui III y Ayarza.
Y se produce el milagro. El Basconia vuelve a hacer un partidazo y se adelanta por medio de Menchaca en el minuto 15. Peiró empata en el 30. En el 42, Maguregui III hace el segundo, en jugada en la que Pazos se queja de que le han desplazado. La jugada deja irritado a Rives, que resulta expulsado al borde del descanso.
Diez contra once, el Atlético se intenta volcar, pero no puede. Son peligrosos los contraataques del velocísimo Otiñano. Menchaca y Maguregui III también son una amenaza. Aún así, el Atlético se multiplica pero choca otra vez con ese muchacho, Iríbar, que le tapa tres grandes remates a Peiró, y varios a sus otros compañeros. Termina el partido y la bomba estalla: ¡El campeón, eliminado por un virtual tercera!
Pero no, el Basconia no bajó a Tercera. Les esperaban días felices. Primero, en octavos le tocó el Barça y para recibirle se engalanó Basauri. El Barça, que iba advertido, ganó 0-2 allí y 10-0 la vuelta en el Camp Nou. Esos 10 goles dejaron en entredicho a los que habían explicado la eliminación por la presencia de un joven fenómeno en la portería vasca. “¿Tanto era ese chico? ¡Si les han metido 10! ¡Si son de Tercera!”. Eso tuvieron que escuchar los atléticos de los madridistas aquellos días. El autor de este texto es Alfredo Relaño. Leer noticia completa y ver hilo de debate en elpais.es.