Sucedió en San Mamés. Aquella tarde liguera, apareció un elemento extraño en el vestuario del Mallorca: la colilla de un cigarro. Faltaban pocos minutos para saltar al césped. El entonces técnico del cuadro balear, Gregorio Manzano, detectó el asunto, barruntó quién podía ser el 'padre' de la criatura, y optó por guardar silencio. Noventa minutos después, el protagonista en cuestión regresaba a la caseta tras firmar un soberbio partido, con producción goleadora incluida. Entonces, Manzano le abrazó y le dijo al oído: "Si me garantiza siempre ese nivel de juego, la próxima vez le invito yo a una cajetilla".
Hay futbolistas que no se conforman con 'pipas' mentoladas. Ni con parches de nicotina. Lo suyo es el cigarro. Desde Alfredo Di Stéfano a nuestros días. La relación entre cigarro y balón no comenzó ayer, cuando se revelaban las imágenes del madridista Fabio Coentrao deleitándose en las caladas a un 'tallo' en plena fiesta de cumpleaños junto a su amigo Cristiano Ronaldo.
Evidentemente, la ola reactiva es la habitual en estos casos. Nadie recordará a Mágico González por ser una chimenea humana, sino por inventar regates y pases allá donde nadie era capaz de verlos. David Vidal rememoraba una anécdota, ya clásica: "Mágico González fumaba, y un día le dije: Jorge, si no le das más de 20 toques a un paquete de tabaco, lo dejas, y si no, te dejare yo en paz... Le dio más de 20 toques y yo me tuve que dar media vuelta e irme"
En estos casos, la hipocresía es inversamente proporcional al talento del futbolista. Preguntemos a la afición. Qué prefiere: ¿un once de ganadores o un once de 22 pulmones sin nicotina? Sucede que Coentrao no tiene de su parte a las musas ni el genio de otros fumadores sensacionales que alternaban carreras por la banda y goles geniales con ese vicio oculto al que, incluso en el nivel más alto de profesionalismo, fueron incapaces de renunciar.
Dejando de lado a Diego Maradona, ese sumo 'pontífice' de toda genialidad y todo vicio, la lista no es precisamente escasa. Fumó Di Stéfano (que incluso publicitó una marca de tabaco), fumó como un carretero Garrincha (preferentemente en los descansos), a Luis Aragonés era difícil verle sin un cigarrillo entre los dedos mientras la ponía en la escuadra, Ronaldo Nazario alternaba su voracidad goladora con el apetito por la nicotina y el alquitrán. Pero quizás el padre de todos los futbolistas fumadores indisimulados, como el padre de tantas otras cosas, fuera Johan Cruyff, conocido por su afición fumadora en su etapa como jugador y en sus años como entrenador en el 'Dream Team' azulgrana. Después de un episodio cardiaco grave, en 1991 decidió cambiar el tabaco por el chupa-chups poniendo obligado final a toda una iconografía humeante. El autor de este texto es Antonio Sanchidrián. Leer artículo completo y ver hilo de debate en elmundo.es.