Los cinturones de castidad no se inventaron en la época medieval. Muchos grupos de animales han creado garantías mecánicas similares para mantener a las hembras a buen recaudo y asegurarse de que sus hijos son efectivamente suyos y no los de algún advenedizo «donjuan». Es el caso de la araña enana europea. Tras el apareamiento, el macho utiliza una especie de tapón para bloquear el tracto genital de la hembra. Cuanto más grande sea y más tiempo lleve colocado ese tapón, su eficacia aumenta, de forma que los otros machos tendrán menos posibilidades de depositar su esperma en la hembra, según explican investigadores del Instituto y Museo Zoológico en Greifswald, Alemania. El estudio, publicado en la revista Behavioral Ecology and Sociobiology, se basa en investigaciones previas que mostraban que los machos de esta araña enana (Oedothorax retusus) insertaban tapones en los dos conductos de copulación de las hembras con las que se había apareado. Los investigadores alemanes llevaron estas conclusiones un paso más allá para estudiar qué tal funcionaban esos cinturones de castidad naturales. De esta forma, descubrieron que el material con el que están hechos los tapones se transfiere en estado líquido desde el macho a la hembra y que necesita endurecerse un cierto grado antes de que pueda resistir la penetración de un macho rival.
Leer noticia completa en abc.es