La felicidad. Una asignatura para la que no valen chuletas, ni empolladas de última hora, ni copiar del compañero. Una asignatura que no responde al viejo esquema de ‘estudia para el examen, y olvídate después’. Una asignatura, además, con un alto índice de fracaso, si nos fijamos en las abultadas cuentas de resultados de los fabricantes de antidepresivos y ansiolíticos. Una asignatura que, quizás por descuido, quizás por algún tipo de confusión, no estamos enseñando bien. Obviamente, está en nuestra intención de padres y profesores proporcionar a hijos y alumnos las herramientas para su propio bienestar, para su felicidad. Pero ese bienestar, esa felicidad, lo ubicamos en algún punto indeterminado de su futuro, cuando hayan conseguido ciertos títulos, cuando hayan alcanzado un buen puesto de trabajo, cuando dispongan de dinero suficiente para comprar todo aquello que puedan desear. Parece que nuestro mensaje es ‘sólo entonces, cuando tengas un título, trabajo y dinero, podrás ser feliz’. Mientras tanto, toca esforzarse, sufrir, trabajar duro, aunque no nos guste. Pero la felicidad es un aprendizaje más, y sabemos que el mejor maestro es siempre la práctica. A ser feliz se aprende practicando, siendo feliz. Hoy, no mañana, ni en algún momento futuro. Porque si no practicamos la felicidad ahora, practicaremos y aprenderemos lo contrario, la infelicidad, el malestar. Y entonces, es posible que no sepamos ser felices cuando llegue nuestra oportunidad. Dedicarnos a aquello con lo que disfrutamos, y disfrutar de aquello a lo que nos dedicamos. Éste es el currículum básico de la asignatura de la felicidad, y la clave para superarla ‘cum laude’. Y podemos, y debemos transmitir este principio a nuestros hijos y alumnos. Y también podemos, y quizás deberíamos, enseñarles con el ejemplo.
Manel Moles
* Manel Moles es colaborador de El Seis Doble. Su espacio, aquí. * Manel Moles es autor del blog "tecnoschooling.net"