Cuando Kati Horna decidió acompañar a España a Robert Capa para apoyar la República, lo hizo porque era anarquista convencida y porque quería hacer fotos de la lucha del pueblo español. Se definía a sí misma como una “obrera del arte”.
Capa, su amigo de la infancia en Hungría, se convertiría poco después en un mito del fotoperiodismo mientras que Horna (cuyo nombre de soltera fue Kati Deutsch) siguió explorando la fotografía surrealista y las luchas políticas sin mostrar ningún interés en el reconocimiento. Puede que Horna fuera una de las fotógrafas más comprometidas contra el franquismo, pero otros se llevaron la fama.
Kati Horna murió en México en el año 2000. Es ahora, seis décadas después de que empezara a hacer fotografías, cuando el museo Jeu de Paume de París presenta una antología de 150 obras de la artista. Su trabajo es un fiel reflejo de su espíritu combativo y de cómo entendía el periodismo y el fotoperiodismo (también colaboró en revistas como Tierra y Libertad, Tiempos Nuevos y Mujeres Libres): descritas como humanistas, sus instantáneas anteponen a las personas por encima de la situación y muestran la lucha que se desarrollaba en la retaguardia, la de los civiles. Mujeres, ancianos y hombres que sobrevivían más allá del frente y de las milicias, y que luchaban desde sus posiciones invisibilizadas. Son muy famosos sus retratos de “madres combativas”. En 1937 Kati Horna, por encargo de la Confederación Nacional del Trabajo, estuvo retratando los pueblos colectivizados de Aragón, y documentó el conflicto hasta la evacuación de Teruel. Leer noticia completa en
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