Los sanghams son asociaciones de mujeres de comunidades desfavorecidas que se constituyen en los pueblos donde la Fundación Vicente Ferrer (FVF) trabaja. Son un espacio para compartir inquietudes personales, familiares y comunitarias y tratar de encontrar soluciones a sus problemas. También son la herramienta a través de la cual la Fundación les concede microcréditos o cuentas de ahorro. Existen más de ocho mil y se han convertido en un instrumento de empoderamiento de la mujer y de transformación de las aldeas rurales. Sin embargo, conseguir constituirlos continúa siendo un reto. Peddanna no veía nada claro que su esposa Kasamma formara parte de unos de los sangham de Kodekanla, donde viven junto a sus tres hijos. Casi 20 años después, Kasamma es lideresa de la asociación de su aldea y la opinión de él ha cambiado por completo.
¿Qué pensaste la primera vez que oíste hablar de un sangham?
Cuando la Fundación comenzó a trabajar en el pueblo, muchos de nosotros no mostramos interés en su labor. Asistir a las charlas que se convocaban para conocer los proyectos de la FVF suponía dejar de trabajar. Desconfiábamos. Poco después se empezó a constituir el primer sangham y tanto mis padres como yo nos resistíamos a dejar que Kasamma formara parte de él. Era solo una vez al mes, pero suponía que ella dejara de trabajar en el campo o en casa. Después de varias reuniones con la FVF, accedí.
¿Cómo fueron los inicios?
Me costó un par de años entender bien qué es un sangham, aunque ella me lo explicaba al regresar de cada reunión. Al principio la llegué a tratar muy mal, influenciado por la desconfianza de mi madre, que me reprochaba que no estuviera ocupándose de la casa.
¿Cómo cambió tu percepción?
Continué asistiendo a reuniones con la Fundación, solo para hombres, en las que nos explicaban cómo funcionaba el sangham, qué beneficios aportaba a las mujeres y a las familias, o cómo compartir el trabajo en casa. También, la asociación nos ayudó a mi mujer y a mí a darnos cuenta de la importancia de educar a niñas y niños. Ahora, nuestra hija se está graduando en informática y lleva los registros de los cuatro sanghams de la aldea. Y mi mujer, que no sabe leer ni escribir, tiene la capacidad y la responsabilidad de firmar los documentos del sangham. Estoy muy orgulloso de ambas. Además, gracias a los microcréditos, hemos adquirido tres búfalas que han tenido dos terneros.
¿Qué ha supuesto para vosotros disponer de estos animales?
Tener ganado ha cambiado la situación de nuestra familia. Antes, mi mujer y yo trabajábamos solamente en el campo, en nuestras pequeñas tierras o en las de otras personas que nos contrataban como jornaleros cuando nos necesitaban. No era económicamente estable. Ahora, gracias a estos animales, podemos vender leche todos los días.
¿Y cómo ha beneficiado el sangham a la comunidad?
Nos ha ayudado a ser más conscientes de nuestros derechos y deberes. Los hombres hemos acompañado a las mujeres a las instituciones pertinentes en sus iniciativas para conseguir mejoras. Desde hace unos cinco años disponemos de un depósito de agua que ha permitido que en cada calle haya un grifo para abastecernos, así como carreteras de cemento. Un tiempo antes, conseguimos que se nos facilitara el acceso a la electricidad a pesar de no tener recursos.
¿Cuáles piensas que son los retos de futuro?
Actualmente, mediante el Sector Ecología de la Fundación, las mujeres están trabajando para intentar que el agua llegue a nuestros campos.
¿Qué les dirías a los hombres que dudan sobre la incorporación de sus esposas a los sanghams?
Lo recomiendo como algo muy positivo tanto a los hombres del pueblo como a las parejas que tienen problemas. Me he dado cuenta de que la libertad de las mujeres es clave para nuestro desarrollo. No hay que maltratarlas ni desconfiar.
Fundación Vicente Ferrer | El Seis Doble
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