Compartir una jornada con los chenchus es una vuelta al pasado remoto, donde la naturaleza y el hombre funcionan en perfecto equilibrio. El entorno proporciona a esta tribu india casi todo lo que necesita, pero en la sencillez de esta forma de vida encontramos también la dureza de la misma. Palutla es uno de los poblados chenchus más aislados de la civilización. Allí pocos habitantes superan los 45 años. “La mayoría de las muertes se producen por malaria y tuberculosis, esta última provocada por la malnutrición”, explica Ramanjinseyulu, líder de equipo de la zona. Los chenchus tienen un tipo de economía tradicional, viven de lo que recogen en los bosques: miel, tamarindo, resina, semillas. También son cazadores. Parte de lo recolectado lo intercambian en cooperativas del Gobierno por arroz, lentejas o aceite. Pero su nutrición es deficitaria en vitaminas.
Los 50 kilómetros de distancia que separan Dornala -la ciudad más importante de Prakasam- de Palutla representan al menos cuatro horas de recorrido en 4 x 4 atravesando bosques y pedregales. Durante este trayecto el reloj se para de golpe. La luz del sol y las condiciones meteorológicas marcan los tiempos de los pobladores de estas aldeas. La comunidad chenchu está localizada entre dos estados: Andhra Pradesh y Telangana. La Fundación Vicente Ferrer (FVF) trabaja con dos colectivos en Srisailam (distrito que comparten ambos estados): los dalits y los chenchus. “A ambos les une la misma lengua: el telugu, pero mantienen tradiciones bien distintas”, explica Vannurappa, director regional de la FVF. “Los chenchus tienen una estructura horizontal en la que se reconoce la sabiduría del hombre mayor. En caso de conflicto, recurren a él para la solución”. Otra diferencia que llama la atención es que no dan importancia a los rituales religiosos. “Cuando una pareja se siente atraída, se marcha al bosque y, a su vuelta, comunican a la comunidad su decisión de comenzar su vida juntos. Hay una intervención bastante discreta de sus padres, aunque sí hay una especie de consenso popular sobre su decisión”, señala Vannurappa. Tal y como explica Akkem Balraju, chenchu y profesor de la escuela de primaria de Palutla, lo más parecido a un ritual es que “cuando regresan a su aldea comparten los alimentos que han recolectado en el bosque con toda la comunidad”. Estas costumbres están muy alejadas de las severas tradiciones que mantiene la población de la India rural, marcadas por los matrimonios pactados y el pago de la dote.
Sin embargo, esta armonía con el entorno se rompe cuando hablamos de su sanidad. Balraju asegura que los chenchus rinden culto a la naturaleza y hacen uso de la medicina ayurvédica, “pero necesitamos hospitales para salvar vidas que ahora mismo se pierden por enfermedades fácilmente curables”.
La FVF comenzó su apoyo a los chenchus en 2010. Sus trabajadores realizan reuniones con las distintas comunidades para hacer sensibilización. Vannurappa indica que “uno de los aspectos en los que se incide más es en los perjuicios de los matrimonios infantiles. Las niñas se emparejan en cuanto tienen la primera menstruación. Su cuerpo aún no está desarrollado del todo y sus partos son muy arriesgados, tanto para ellas como para el bebé”. Otros aspectos en los que se trata de concienciar es en nutrición e higiene personal.
Además, una vez al mes un equipo sanitario liderado por S. Ramanjineyulu, responsable del área, proporciona asistencia sanitaria y medicamentos, especialmente contra la malaria y la tuberculosis. La malaria provoca centenares de muertes tempranas cada año. En las zonas tribales la peligrosidad de la transmisión se multiplica; están más expuestos a los vectores y los poblados donde residen quedan muy lejos de cualquier centro médico. A partir del mes de junio, las lluvias traerán muchos casos más, por lo que la Fundación reforzará su atención en las aldeas.
En Palutla viven 180 familias chechus que comparten comunidad con otra tribu, los sugalis. En total, la FVF apoya a 8.600 familias de 232 pueblos en la zona de Srisailam. La organización favorece además la escolarización de niñas y niños en la Escuela de Secundaria. Casi todas las comunidades cuentan con una escuela de primaria y ahí es donde normalmente paran su educación.
Los chenchus, aborígenes indios, guardianes de los bosques desde hace miles de años, mantienen su vínculo con la naturaleza y su propia identidad, pero sin renunciar a la salud y a la educación, dos elementos recogidos en la declaración de los derechos humanos. La Organización de Naciones Unidas (ONU) protege esa identidad cultural, promueve la mejora de la salud y fomenta una educación “impartida de manera que no implique separarse de su tribu”. De esta forma, tal y como afirma el profesor Akkem Balraju, “podrán seguir viviendo donde cuidan los unos de los otros y donde se encuentran realmente libres”.
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