Juan Carlos González no se siente alguien especial, aunque muchos de ustedes pensarán lo contrario cuando acaben de leer este reportaje. «Tal vez listo, pero no mucho», se define al otro lado del teléfono. «Perdona si tengo que interrumpir la entrevista, estoy cuidando a mi hijo», se disculpa. Se trata de Darío, el otro protagonista de esta historia. Un pequeño de cinco años que padece autismo y que ha sido el motor y la inspiración para que un informático de Marbella que trabaja vendiendo ordenadores decidiese «dejar de dormir» para desarrollar una serie de aplicaciones tecnológicas que acelerasen el aprendizaje y las habilidades comunicativas de los pequeños con esta patología.
Meses y meses de estudio, observando a su pequeño, comprendiendo sus reacciones, analizando sus estímulos, se han transformado en «Maizapps», un conjunto de «Apps» que se pueden descargar en distintos soportes y que pretenden ser una ayuda en las terapias para mejorar las habilidades de los niños autistas. Su nombre tiene una gran carga emotiva y simbólica: «Es la primera palabra que pronunció Darío».
Este vocablo que rompía un silencio que parecía crónico se consiguió gracias a la primera creación de Juan Carlos. Se trata de «Ablah». Una aplicación que nació hace algo más de dos años para estimular las habilidades comunicativas y que ha recibido multitud de reconocimientos, como el otorgado por la Fundación Vodafone en los Smart Accesibility Awards en 2012 como mejor «App» en la categoría de bienestar.
Quiere dejar claro que «Ablah» –que se puede descargar en la web www.ablah.org no es un sistema «milagroso» que funciona por si mismo, se trata de una adaptación de los sistemas de pictogramas que se complementa con texto y audio asociados a las imágenes. «La gran mayoría de personas con autismo se sienten atraídos por las imágenes de un televisor o se quedan fijamente mirando la pantalla de un teléfono móvil», explica, «por lo que si trasladamos los pictogramas a una pantalla, tenemos más posibilidades de captar su atención que si usamos papel».
Los avances de Darío con este sistema de aprendizaje avivó la inquietud de este padre. ¿Por qué no iba a poder seguir ayudando a su hijo? No era un genio de la programación, pero contando con la ayuda de la empresa que había colaborado en el desarrollo de «Ablah» podía intentarlo.
El autor de este texto es Pablo D. Almoguera. Leer artículo completo en abc.es.