La válvula de la olla política empezará a pitar y dar vueltas después de Semana Santa
Las encuestas hablarán, subirá la presión...
Por estos barrios la Semana Santa es un periodo en el que todo se paraliza y cuando digo todo es TODO. Suele darse el conocido como fenómeno de la DTH (Desaparición Temporal Humana). A muchos de repente les entra el fervor religioso, el afán por la penitencia, la incrustación de capirotes en la cabeza (siempre me ha dado cierta cosita esa imagen), las procesiones al ritmo de las cornetas y tambores salpicados por alguna que otra saeta y todo eso. Otros se pondrán ciegos de torrijas antes de salir despavoridos (o por lo menos lo intentamos) a aprovechar los primeros rayos de sol de primavera. El caso es que a partir de mañana por estas latitudes no vamos a conseguir nada de nadie a no ser que les pidamos saltar a la comba o volar una cometa. Lo dejaremos todo para después, a la vuelta, dedicarnos a hacer los dientes largos a todo quisque con las fotos de lo bien que lo hemos pasado en los rincones más “rarunos” del planeta (aunque tengamos que recurrir al photoshop y ponernos en las playas de las Bahamas para disimular que no hemos salido de la salita de casa). ¿El objetivo? Volver morenitos aunque sea a base de autobroncedador y provocar la envidia de los pasillos de Mercadona. Pero sobre todo, volver. Por favor id con cuidadito que necesito de verdad volver a veros a todos después de estos días.
El fenómeno de la “desaparición temporal” también se puede aplicar a los que se suponen entregados a las cositas de pactos. Despidámonos de la idea de que se reúnan y saquen algo en claro ni aunque sea para desalojar, como sea, a este infame gobierno en funciones al que podríamos preguntar por lo de firmar en Bruselas algo que le dijeron en el Congreso que no hiciera. Veremos en qué acaba la amenaza de recurrir a la justicia por parte de IU, supongo que en nada, pero lo que queda claro es que al final de todo hemos aceptado la infamia que supone la expulsión al inframundo de miles de personas a las que hemos negado todo sin que nos importase aquello de los Derechos Humanos. Nos pesará en la conciencia.
Bueno, a lo que íbamos. Al regreso de este lapso de tiempo vacío que supone la Semana Santa habremos perdido tanto tiempo en dimes y diretes que sólo van a quedar unas cinco semanas para decidir entre ir a nuevas elecciones o sacarse de la chistera un acuerdo que permita un gobierno en minoría que espante los esperpentos que padecemos. Muchos nos tememos ya que las elecciones van a ser inevitables a pesar de que no creo que beneficie a nadie. Me parece que el único que puede sacar algo de provecho de ello es Mariano (no el PP, Mariano aprovechando que debido a que nadie se atreve a toserle todavía). Con unas nuevas elecciones el rey de los tiempos muertos ganaría justo eso, tiempo para verlas venir y repetir como candidato mientras en el resto de los partidos se sacan los ojos entre sí. A la vuelta de estas vacaciones las encuestas hablarán, subirá la presión hasta que la válvula de la olla empiece a pitar y dar vueltas. Será el momento de que descubran que el pacto es la única salida si no queremos aguantar esta situación y si se quieren evitar las elecciones en las que, por buscar alguna cosa buena al asunto diremos que todos se presentarán en unas condiciones parecidas. Ya no tenemos “partidos ignotos”, partidos “vírgenes” que se presentan inmaculados. Después de todos estos días ya hemos descubierto que aquí no hay nadie libre de pecado, el que menos ya tiene todo un panteón de muertos en el armario. De los de siempre ya no nos sorprende nada pero a los nuevos ya los hemos visto venir con piruetas, cabriolas, amaños, purgas, luchas intestinas e imputaciones de todo tipo haciendo lo mismo que aquellos a los que se había de desalojar inmediatamente. Por lo menos, si se repiten elecciones, habremos aprendido aquello de “el que esté libre de pecado…”, porque ya todos andan pringados del mismo barro.
* Salva Colecha es autor del blog "En zapatillas de andar por casa".
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