Las caras de la desnutrición, una realidad descarnada y habitual para muchas familias paquistaníes
Viernes, 26 de diciembre de 2014 | e6d.es
• Bebés prematuros que luchan por sobrevivir, madres que dejan muy pronto de amamantar a sus hijos y niños que no crecen
La habitación está decorada con dibujos y globos. Hay bebés consumidos tumbados en camas azules y dentro de incubadoras. Muchos de ellos apenas pesan más de un kilo, incluso días después de su nacimiento. Normalmente, los que pesan menos de un kilo no son ingresados en el hospital pues sus probabilidades de sobrevivir son mínimas. Los bebés están conectados a oxígeno, fluidos y bajo constante observación. Luchan por respirar, por vivir. Algunos de ellos no tienen ya más fuerza para llorar. El doctor Barkat Hussein se pasea por la sala de neonatología. Comprueba los signos vitales con su estetoscopio. Hay algunas instrucciones en la pared: “Seca al bebé, comprueba su respiración, sus pulsaciones”. El doctor Barkat toma a Chath Bibi entre sus manos, lo hace cuidadosamente para no lastimarle el cuello. Chath Bibi nació de manera prematura y ha estado en la sala de neonatología durante 18 días. Cuando fue ingresada, su peso era de 1,65 kilos, ahora pesar 1,43. Es normal que los bebés pierdan peso en los primeros días de vida. Chath Bibi tiene un destino difícil, pero su recuperación está en camino.
Una de las imágenes más impactantes de la desnutrición puede verse en esta sala de cuidados intensivos del Hospital de Distrito de Dera Murad Jamali, en la provincia de Baluchistán, al que Médicos Sin Fronteras (MSF) facilita apoyo. Según datos oficiales de 2011, la desnutrición es la causa directa o indirecta del 35% de las muertes de niños menores de cinco años en Pakistán. Entre un cuarto y un tercio de los recién nacidos llegan al mundo con bajo peso, y una de cada dos mujeres en edad reproductiva pesa menos de 45 kilos. Las provincias de Sindh y Baluchistán registran la mayor proporción de niños con desnutrición en el país. La polvorienta localidad de Dera Murad Jamali, uno de los lugares más calurosos de Pakistán, se ubica en ese epicentro de la desnutrición. Cerca del emblemático río Indo, la zona es un cruce de culturas donde la población habla casi cualquier idioma: desde sindhi a baluchi, y también seraiki y urdu.
“Por favor, respeten siempre la capacidad de la sala”, se lee en un cartel en la entrada, firmado por el supervisor médico. “Hay capacidad para 13 bebés. Normalmente, está repleta y tenemos que rechazar pacientes”, explica el doctor Barkat. “La mayoría han nacido fuera del hospital, en sus casas. Cuando llegan aquí, los bebés tienen mucha angustia y problemas respiratorios por el uso de oxitocina”, dice.
Muchos parteros tradicionales y algunos doctores de clínicas privadas recurren con frecuencia al uso de fármacos como la oxitocina para agilizar los partos. Además, las mujeres trabajan duro en el campo durante sus embarazos y eso conduce a que muchos niños nazcan débiles y de manera prematura. Llegan al hospital en mal estado, a menudo más de un mes después de haber nacido. “La gente nos trae a sus hijos por problemas secundarios. No saben si su bebé está creciendo o no. Solo saben que tiene neumonía, diarrea y vómitos. Cuando les explicamos lo que sucede realmente, entienden que el principal problema de su hijo es la desnutrición”, afirma el doctor Barkat.
Si las cosas van bien, los niños permanecerán en la sala de neonatología durante cinco o seis días. En los peores casos pueden llegar a estar hasta tres meses. Esta unidad es solo el comienzo del viaje. El programa de nutrición terapéutica de MSF atiende a miles de familias cada año: más de 39.000 menores de cinco años han recibido tratamiento desde 2010 en los servicios de hospitalización y ambulatorios ubicados en Dera Murad Jamali y en las localidades vecinas de Dera Allah Yar y Usta Muhammad. Desde que comenzó el programa ha habido un constante incremento del número de ingresos.
Jongel Bugti, un agricultor de Tipul Shah, acude al programa por cuarta vez. Espera turno en el hospital de Dera Allah Yar `para una consulta y para recibir medicamentos o al menos algunas de las barritas terapéuticas energéticas de pasta de cacahuete conocidas como Plumpy Nut. En esta ocasión acompaña a su sobrino, de solo un año de edad. Pesa solo 5,5 kilos. “Los doctores nos dan una especie de chocolate. Con esta medicina, los niños mejoran. No solo es mi experiencia, todo el mundo dice lo mismo por aquí”, explica Bugti. “Trabajo todo el día para ganar un sustento. Nuestras mujeres también trabajan en el campo porque somos pobres. No tienen tiempo para amamantar a sus hijos. El mayor problema en Baluchistán es la falta de educación. Este es el mayor obstáculo para que las cosas mejoren”, lamenta. Leer noticia completa en elpais.com.