-Y eso es todo- concluye el vicedirector una propuesta de ahorro energético para llevarla a cabo la próxima semana, si es que todos están de acuerdo.
Marta Gutiérrez, la directora de la entidad, mira su móvil buscando la hora y luego los rostros de los presentes. Sin muchas palabras aceptan el plan para el lunes.
Por la amplia avenida se va acercando un ejército de manifestantes. Hoy, día 15, no les pilla en sábado, en sus casitas de campo ni en la costa. Es viernes y tenían una reunión que se ha alargado demasiado y que al final ha coincidido con el acto de los indignados.
Desde el edificio no se oye a la marea humana que ha avanzado, con orden de disciplina no escrita, desde las calles secundarias hasta desembocar en la principal donde tienen fijas sus sedes la mayoría de las entidades bancarias.
En ese undécimo piso del edificio de grandes cristaleras, los sonidos de fuera no se cuelan en los despachos, absolutamente insonorizados, pero el miedo a quedarse atrapados en el edificio durante dos horas por el corte de tráfico apresura a los ejecutivos en su tarea de coger maletines y salir pitando de allí.
Marta no se irá tan pronto. Ella piensa cerrar, pero tiene una cita en su despacho con su secretaria nueva, joven e ingenua, que lleva tres días. Marta quiere darle una serie de instrucciones porque el lunes no vendrá. Pretende alargar su cincuenta y dos cumpleaños en un fin de semana en la sierra.
La directora cerró la puerta de la sala de reuniones y se dirigió por un pasillo enmoquetado de azul hacia su despacho. Antes de entrar le hizo un gesto con la mano a Pilar, su secretaria, para que la siguiera dentro.
Una vez en el interior del despacho, Marta se sentó en su sillón y acomodó su pelo rubio veteado. Colocó una carpeta en el cajón y le pidió a Pilar que se sentara frente a ella.
- Bueno, ¿qué tal te va la semana?
- Bien, me estoy integrando…
- ¡Fenomenal! Bueno, te paso a dictar el asunto del lunes- la directora no la dejó terminar y pasó al asunto principal. Le gustaba dejar con las palabras en la boca a sus inferiores en el trabajo. Así es como funcionaba todo. Se lo hicieron a ella y ahora es ella quien lo hace y así les hace ver quién manda ahí.
- Esta bajada en el sueldo al personal de limpieza no la recoge el convenio.
- Si se quejan despides a la empresa y buscas otra.
Cuando terminan, Pilar tiene el cuaderno lleno de temas que resolver y cree que no descansará el fin de semana.
Se despiden y Marta acompaña a Pilar a la puerta.
- Pasa un buen fin de semana, guapa- la directora le acaricia el pelo. Apoyada en la puerta sonríe imaginando sus planes para la siguiente semana: rozar un hombro, una caricia en la pierna, miradas de juego… Ahora ella tenía el poder y si se lo hicieron antes, ahora es ella quien lo hace. Marta Gutiérrez mandaba en esa oficina.
El siguiente martes, la directora entraba por primera vez en el banco con la resaca del largo fin de semana. Subió en el ascensor hasta su planta y resbaló en la entrada con una mezcla de aceite y agua derramada.
Tirada como un monigote gritó el nombre de su secretaria, pero un oficinista le dijo que se había despedido. La ayudó a levantarse y le susurró al oído:
- Menudo lío le espera con los de la limpieza. Se han puesto en huelga.