Niñooooo, para de llorar que no podemos hacer nada, ahora mismo vendrán unos señores con unos camiones y nos sacarán de aquí!! Eso es lo que les decía Paco a sus hijos que ya andaban un tanto agobiadillos por estar tantas horas en el coche. Antes la había tenido con Mari, la enana de 5 años que no hacía más que pedir salir a hacer pipí, que no podía aguantarse más… pero es que fuera estaba cayendo una nevada de esas que sólo se ven en las postales navideñas, esas navidades que ya dejaban atrás, sólo les quedaba este viaje hasta casa después de ir a visitar a los “abus” que este año estaban más pachuchos y no vaya a ser… Con el rabillo del ojo, miraba a María quién a su vez entendía perfectamente y compartía el terror oculto que no les contaban a los peques. Le venía a la cabeza la frase de hace unas horas cuando Paco decía que había suficiente gasolina para llegar a casa y no era cuestión de retrasarse más. La aguja de la gasolina marcaba ya reserva, llevaban horas en mitad de un atasco en la nieve y no es que esperasen la llegada de unos hombres que les sacaran de allí, hacía un rato pasó un militar de la UME que les ofreció mantas y un termo de leche caliente para los peques, para ellos fue como si hubiese aparecido un arcángel, les dijo que se hacía lo que se podía (y más) pero que todavía iría para largo. Para salir de allí ya casi les quedaba más esperanza en Wonder Woman o Supermán que en las quitanieves que un año más les dejarían en la estacada a pesar de estaban haciendo lo imposible por llegar. La cosa no era cuestión de bromas, no es que no podrían llegar a casa si se acababa la gasolina, es que la calefacción se pararía y fuera no se veía nada más que la inmensidad blanca de la nieve que no paraba de caer con fuerza, sin miramientos. Al igual que ellos había miles de coches, algunos sin combustible ya.
Parece una historia de película catastrofista pero es el final de las fiestas navideñas que han tenido, un año más miles de personas que se han visto afectados por la imprevisión de un ministerio que se ha visto sorprendido por una tormenta, como las de otras veces que ha ocasionado verdaderos apuros a los atrapados mientras algún Ministro se encontraba en la importantísima tarea de estar viendo el partido entre el Betis y el Sevilla y el director de la DGT se encontraba “lost in Sevilla” (eso sí, con móvil y Wi-Fi) en plena operación retorno. Resulta sorprendente ver como cuando se les va alguna cosa de las manos siempre salta el resorte este de escurrir el bulto sea como sea para que la culpa sea de los otros, que si la concesionaria de la autopista (de pago), que si los efectivos de emergencia (los que se partieron el espinazo intentando llegar como sea) o incluso hasta de los conductores, por tirarse “ a lo loco” a la carretera sin llevar un remolque lleno de gasolina, cadenas (que no sabemos poner), alimentos o tiendas de campaña como si se fuesen a la guerra. Es como si para ellos saliésemos a la carretera por gusto, como si pudiésemos los mortales no acudir al trabajo “porque ha nevado” o porque nos gusta poner en peligro a nuestras familias. El caso es no reconocer la culpa sea como sea, vale que no podemos pretender darles la culpa de que nevase, pero si de no tener una solución a esta contingencia, lo llamamos invierno y algunas veces suele nevar. Sólo diré una cosa, cuando la nevada le cayó al Gobierno anterior, nuestro presidente se puso el disfraz de Reina de Corazones y se afanó en pedir dimisiones y cortes de cabeza, esta vez la culpa es “de los otros”. Es a lo que nos tiene acostumbrado este gobierno indolente que no se preocupa por sus gobernados.
Lo de la nieve no es más que un pequeño detalle de esos que te dejan pensando sobre que se hace con nuestros impuestos. La historia de la nieve es extraordinaria, pero nada comparado con el rosario de gente que pasaron el domingo por la gasolinera de cerca de mi casa buscando una simple bombona de butano porque DENTRO de casa hacía más frío que fuera y la luz se ha puesto a un precio que sólo pueden pagar los rajás. Fui a comprar un pan para preparar los bocatas del cole del peque y los vi. Eran personas normales, como tú y como yo, que andaban de gasolinera en gasolinera con la bombona en un carrito tratando de conseguir otra, que les costará “un pastizal” y poder encender la estufa vieja esa que a veces huele raro y que tanto trabajo da a los bomberos pero que se usa porque la calefacción está demasiado cara y los enanos andan con los deditos morados por casa. Pregunté al gasolinero que, con toda la paciencia del mundo les decía que no le quedaba ni una. Me dijo que eso era todas las noches, nada más ponerse el sol. Aparecían de repente, buscando gas para no helarse. Puede que sean tus vecinos y tu no lo sepas porque andas demasiado liado y no puedes pararte a conocer ni a los que viven en tu rellano, como todos. Es eso, estamos demasiado liados como para ver que está sucediendo.
Veremos quién cae ahora por lo de la nieve… Seguro que el matrimonio de Paco y María, tocado por el ataque de nervios vivido en el coche.
Salva Colecha
* Salva Colecha es colaborador de El Seis Doble. Su espacio, aquí.
* Salva Colecha es autor del blog "En zapatillas de andar por casa".