Los comportamientos de estimulación sexual que no están vinculados a la reproducción, como el sexo oral, son raros entre los mamíferos, con la excepción de los seres humanos y otros primates, como los bonobos, dados a montar sus propias «fiestas privadas». En las especies sociales, estos juegos pueden cumplir la función de marcar la jerarquía, pero en las especies solitarias, como los osos, estas conductas son más enigmáticas, y posiblemente indicativas de «algo anormal», según un estudio que aparece publicado en la revista Zoo Biology. Investigadores de la Academia de Ciencias de Polonia presentan el caso de dos osos pardos machos, criados en cautividad en un santuario en Kuterevo, Croacia, desde que se quedaron huérfanos siendo cachorros, que participaban en recurrentes felaciones varias veces al día hasta que cumplieron 10 años de edad. Los roles de los dos «amantes» se mantuvieron sin cambios durante todo el tiempo, de forma que uno de ellos era siempre quien realizaba el acto y el otro se mantenía pasivo. «La conducta en sí misma se convirtió en altamente ritualizada», afirman los autores.
Los científicos describen el acto al detalle. Aunque puede parecer que los osos lo practican por mero placer, los autores del estudio tienen una explicación casi freudiano. Creen que la actividad se inició «como resultado de la privación temprana del amamantamiento materno de los cachorros, y persistió a través de la vida, posiblemente debido a que se mantuvo satisfactoria para ambos individuos».
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