Quizá la solidaridad humana brille la mayoría de las veces en las tragedias o en las desgracias; es el mundo en el que nos está tocando vivir pero, al fin y al cabo, resplandece. Alegra comprobar que este instinto humano se sigue transmitiendo genéticamente, aunque sea en cuentagotas.
Los vecinos de Angrois no han sido los primeros ni serán los últimos en actuar como seres humanos cuando se trata de salvarle la vida o ayudar en la desgracia a otro. El reciente descarrilamiento del tren Alvia a los pies de esta población impulsó a que sus habitantes explotarán esa fuerza natural de ayuda al prójimo. De inmediato, aparecieron los del “traje y corbata”, los medios de comunicación, la telebasura, ¡hasta los príncipes!... En el colmo de lo esperpéntico, una concejala aprovechó para que le contaran y enseñaran lo que desde hace un año entró por el registro del ayuntamiento. Todos, llegaron como elefantes en una cacharrería para “hacerlos héroes”.
Leí ayer en “La Voz de Galicia” una carta de un vecino de Angrois que lo dice todo, no cabe más; únicamente cabría añadir que en este país de pandereta confunden a la gente famosa con la gente importante y viceversa. Los vecinos de Angrois fueron importantes, los medios los hicieron famosos. No sé si me explico.
Ramón Alfil
Por su interés, dejo aquí la carta citada de este vecino de Angrois. El autor ha ocultado su identidad, no tiene relevancia, es más importante lo que se dice que quien lo dice.
Angrois: No pienses... actúa
“Nos han manipulado, no nos han dejado pensar. Todos se han lavado la cara con nuestras lágrimas”. El autor de esta carta es un vecino de Angrois
En la pequeña aldea de Angrois hay muchos ancianos. Cuando alguno tropieza y cae al suelo corremos a levantarlo. Es una reacción espontánea, humana. Eso hicimos la noche del 24 de julio. No pensamos, actuamos. Agotados, sin cenar, sin dormir, desde las ocho de la mañana hasta que desfallecimos respondimos al estribillo de cientos de micrófonos: «Dónde estabas, qué hiciste, qué pensaste, qué viste?». Mientras, por la plaza, el puente y las vías transitan uniformes, chalecos amarillos y corbatas; las gigantescas grúas levantan convoyes, las maletas, bolsos y el dinosaurio verde fosforito son transportados a furgonetas custodiadas. Ya no hacemos falta, no nos dejan ni mirar, para regresar a casa hay que dar el paseíllo por senderos oscuros. En casa los teléfonos fijos y móviles no paran de sonar, todos quieren una entrevista, desde Estados Unidos a Japón. Intentamos ser amables, educados. Para no herirnos apagamos el televisor, la radio, el ordenador, apartamos los periódicos.
Llega Rajoy y Ana Pastor, ni siquiera nos saludan.
Luego Rubalcaba y otros, lo mismo
Llega Rajoy y Ana Pastor, ni siquiera nos saludan. Luego Rubalcaba y otros, lo mismo. El alcalde nos convoca, por fin nos felicita. «No somos héroes, no queremos nada más de lo que ya estábamos demandando». Llegan los primos psicólogos. Un periódico nos concede el premio Gallegos del Año. Siguen los micrófonos acechando, los teléfonos sonando sin parar. «Ven a Madrid, a Barcelona, al programa de fulanito, te pagamos el viaje. El Facebook y la página web de Angrois se bloquean, como nosotros. Hay que ir al Ayuntamiento corriendo: vienen sus altezas los príncipes de Asturias, hay que estar a las 6.30 para recibirlos sonrientes, como así hicimos. Tras ellos, Feijoo, ministros, altos mandatarios. «Para lo que haga falta llámame, mi secretaria te da mi teléfono». Más micrófonos.
La policía judicial se lleva a los vecinos que socorrieron al maquinista para que declaren. El Ayuntamiento se reúne en pleno, nos concede la medalla de oro de Santiago. Un malagueño recoge firmas para nominarlos al príncipe de Asturias. Viene el alcalde, nos comunica el premio. «Gracias, pero no queremos nada». La concejala aprovecha para que le contemos y enseñemos lo que desde hace un año entró por el registro del ayuntamiento. «Hay que hacer algo que conmemore esto». «Por favor, no nos levanten un cementerio». Más micrófonos, más llamadas insistentes, primero elogian, luego piden que concedas una entrevista para un programa basura. Vienen los técnicos del Ayuntamiento, recorremos con ellos toda la aldea, recordándoles lo que ya pedimos y no leyeron. Levantan informes que se serán estudiados. Otro telefonazo, viene el ministro del Interior «¿y qué pintamos nosotros con él?». Viene, ni nos mira. Pero le paramos y le pedimos que rinda homenaje al jefe de caballería de Santiago, que se lanzó a las vías como desde un trampolín y nadó contracorriente toda la noche del 24. Toman nota, dicen.
Un familiar le niega la mano a los príncipes, «Vdes. no me representan».
Esa sí que es una heroína.
En el Obradoiro les aplauden generosamente
Funeral por las víctimas en la catedral, con tres horas de antelación la Xunta nos ofrece autobuses. Corremos para avisar a todos. Nos colocan los últimos. Don Julián Barrio pregona el descanso y la paz eterna. Eso es lo queremos nosotros también. Un familiar le niega la mano a los príncipes, «Vdes. no me representan». Esa sí que es una heroína. En el Obradoiro les aplauden generosamente. En la aldea nos esperan más micrófonos, cordones policiales, trasiego de maquinaria infernal. «Por aquí no se puede pasar», «Pero si vivo ahí? tengo que ir mañana a trabajar». Más rodeos, más llamadas durante la noche de insomnio. Saltándose los controles, comienzan a aparecer flores en el puente. En YouTube a un vecino le llaman hijoputa, cabrón, sinvergüenza, por haber grabado un vídeo y haber gritado fuera de sí ante el espanto. Se lo ha regalado a los medios de comunicación de todo el mundo. «No hagas caso -le consuelan sus vecinos-, nosotros sabemos lo que hiciste esa noche». Vamos cayendo, más psicólogos. Don José, nuestro cura, nos visita, nos alienta, programa una concentración en el Obradoiro saliendo desde Angrois. Llaman del hospital, van a devolvernos las mantas con que arropamos a los muertos. «Por Dios -grita un vecino-, ¿quién se va a arropar con ellas?». Acordamos que las donen a un centro de asistencia social cercano. Leer carta completa en su fuente original: La Voz de Galicia.
Foto de Mónica Ferreirós: vecinos de Angrois aportaron toallas y mantas para socorrer a las víctimas del siniestro.