• Nada puede liderar España sin mantener una política de Estado en apoyo de las industrias culturales
Fue el escritor Mauricio Weisenthal quien en su espléndido Libro de los Réquiems (2004) afirmó que «el español es más moderno que el castellano». Nada más cierto. El español, esa «lengua de andariegos e inmigrantes» que destacó el mexicano Carlos Fuentes, para definir así «el territorio de La Mancha», es decir, la geografía imponente que se expresa en español, había salido fortalecido de su expansión en América.
Una lengua profusamente plástica, diversa en el léxico que amplió la compresión ética y estética de esa nueva realidad. Que ha roto las fronteras y ha dispuesto nuevas influencias no ya en el marco antiguo de las naciones, sino en el proceloso mar de las mutuas influencias. «El 80 por ciento de los términos utilizados son comunes en todos los países que hablan español», recordaba Humberto López Morales, secretario de la Asociación de Academias de la Lengua, al principio de la presente década.
Es la primera vez que el triángulo invisible que forman los creadores, los organismos públicos y las empresas privadas, a un lado y otro del Atlántico, comienza a tomar forma. Como ha señalado en reiteradas ocasiones Manuel Lucena Giraldo, la globalidad ha pulverizado los centros de poder. Todo es centro y todo es periferia. Ante una nueva circunstancia aparecen, también, nuevos escenarios de actuación. Advirtió Ortega que «toda realidad ignorada prepara su venganza».
La realidad ante la que se enfrenta la expansión imponente de la lengua española es dar una vuelta de tuerca a lo realizado hasta aquí. El mismo Ortega, con enorme visión, adelantó que América era el origen, y no al revés, de la nación española. Y tras el idioma se encuentran las denominadas industrias culturales. Esa vuelta de tuerca se resume en el fortalecimiento de tales industrias, centradas en la edición, la creación audiovisual y la música culta y popular.
El turismo y la cultura son las dos industrias españolas llamadas a fortalecer no solo la economía, sino la proyección internacional. En el caso de la cultura la dimensión del espacio iberoamericano (integrando en tan vasta geografía política, económica, social a España) es lo que hoy da razón y sentido a una comunidad que, a través del idioma, ha pulverizado las fronteras y se proyecta hacia los más diversos y ambiciosos retos de este nuevo siglo. «Ni
El turismo y la cultura son las dos industrias españolas llamadas a fortalecer la proyección internacional ni siquiera en los momentos de mayor virulencia hispanófoba, varios e intensos a lo largo del siglo XIX -sugiere Tomás Pérez Vejo- se dio algo parecido a la defensa de un español mexicano diferenciado del peninsular o a la voluntad de convertir alguna de las lenguas indígenas en lengua nacional. Mientras que las polémicas sobre la herencia colonial o las aportaciones de España a la cultura mexicana fueron agrias y continuas, las que tienen que ver con el idioma son escasas y siempre sin cuestionar su condición de lengua nacional». El autor de este texto es Fernando R. Lafuente. Leer noticia completa y ver hilo de debate en abc.es.