Marta Ramoneda: "El editor publica los textos que más le gustan; el librero vende los libros que prefiere"
Surgió la oportunidad de trabajar en librerías, y aquí sí, me dije: "este es mi sitio"
Dice Roberto Bolaño en una de sus novelas: «Todos tenemos la librería que nos merecemos, salvo los que no tienen ninguna». Hace ya dieciocho años que Marta Ramoneda, Antonio Ramírez y Maribel Guirao pusieron en marcha La Central: una primera librería en la calle Mallorca que se les quedó pequeña casi enseguida. Hoy siguen al frente Marta y Antonio: tienen otra librería en Barcelona, en el Raval, y otra en el corazón de Madrid, en Callao; además de las librerías del Museo Reina Sofía y de la Fundación MAPFRE, también en Madrid, y las del Museo de Urbanismo y del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Han conseguido el más difícil todavía: seguir siendo la misma librería, solo que mucho más grande, no perder la esencia del proyecto original por el camino, ser reconocibles y reconocidos, convertirse en un referente inapelable. Por otro lado, quién mejor que una librera para explicar qué está pasando en el sector del libro, hacia dónde vamos, si acaso podemos ver luz al final del túnel.
¿Qué querías ser de pequeña, Marta?
La verdad es que aún hoy no lo sé. No tenía una vocación clara ni una inclinación definida hacia lo que hago hoy. No tenía ningún referente, ningún librero o editor entre mis parientes, aunque los libros y la lectura formaban parte del ambiente familiar. Estudié Historia del Arte y Filosofía y un año de Filología. Probé a dar clases, durante un curso, y no pude, vi que no servía, me desbordaba. Me tocaron alumnos de BUP y COU, de Filosofía y Ética. Me di cuenta de que se tiene que ser una persona muy cabal para conseguirlo y yo no me vi capaz.
Surgió la oportunidad de trabajar en librerías, y aquí sí, me dije: «este es mi sitio»; la verdad es que me lo paso muy bien.
Empezaste en Laie.
Sí, los tres primeros años trabajé ahí. Fue donde me formé como librera. Porque yo lo que sabía era nada, los libros que leía en casa. Antonio [se refiere a Antonio Ramírez, la otra cabeza visible de La Central] también estuvo trabajando en Laie un tiempo. Al cabo, lo dejó, y lo seguí. Fue cuando montamos La Central.
Sin quererlo, me ha salido redondo porque a mí personalmente me gusta muchísimo. No deja de ser lo que queremos. Tal vez parezca que siendo más pequeños es más fácil que tenga tu sello. Pero yo espero que, incluso habiendo crecido, en lo que hacemos se note estilo propio, un gusto determinado, una manera propia de presentar el contenido; son aspectos de nuestro trabajo sobre los que hemos reflexionado mucho; no paramos de darle vueltas.
Desde el principio, teníamos bastante claros nuestros objetivos. Siempre han girado en torno a humanidades: narrativa, poesía, arte, filosofía, ciencias sociales. Y en idiomas variados: castellano, catalán, inglés, francés… Esto también. Y siempre con el criterio de calidad en la selección de los libros y siempre apoyándonos en lo que nos gusta. Pero con matices: hay libros que no nos gustan pero que entendemos que tenemos que tenerlos, pues gracias a ellos podemos tener otras joyitas.
¿Cuántas horas pasas en la librería? ¿A qué hora llegas, cuándo te vas?
Suelo llegar sobre las once. Y me voy sobre las nueve. Si no estoy en una estoy en la otra. Me gusta mucho, me lo paso muy bien. No me importa estar horas y horas. Tengo también los gabinetes de lectura, etc. Es una actividad muy intensa.
¿Una librería se define por los libros que no tiene?
Sí, totalmente. Es también la manera de definir una selección. Procuramos que los que deben estar, estén siempre, y que los que estén sea porque tienen su justificación clara, que siempre sea por algo. Preferimos equivocarnos que no aceptarlo todo por si «tal vez quién sabe».
¿Cómo es la relación con las editoriales, cómo se toman este tipo de decisiones?
De entrada, algunos que se acercan por primera vez, te preguntan: «¿Por qué no tienes mis libros?». Y tal vez la respuesta en realidad sea muy sencilla: un editor publica los textos que más le gustan y un librero vende también los libros que prefiere o, en todo caso, los que cree que preferirán sus lectores. Yo no me atrevería a decirle a un editor lo que tiene que editar y lo que no, así que, por lo general, me incomoda que me digan a mí cuáles son los libros que deben entrar en mi librería. Pero la verdad es que sí, hay veces que algunos editores se molestan… Y no deja de ser un orgullo; les gustaría estar. Ocurre que si no nos esforzamos por seleccionar con la mayor exigencia, pues La Central no tendría su carácter tan definido. Parece de perogrullo, pero conviene recordar que cada librería tiene su propio criterio de selección, es algo que alienta la variedad, siempre tan importante.
¿Qué tiene que hacer un librero para estar al día?
Leer mucho. Esto es fundamental. Y ser capaz de dejar el libro en cuanto se da cuenta de que no vale. Porque hay mucho por leer. Cuando he llegado a la página diez y ya me doy cuenta de que no merece la pena seguir, lo dejo y continúo con otro. Tal vez me haya podido perder cosas interesantes, no digo que no… pero después de los años creo que ya sé cuándo algo merece la pena y cuándo no.
A veces, cuando los nuevos editores te explican sus proyectos, muy pronto te das cuenta de los que tienen un criterio, un hilo conductor, y comprendes que tendrán continuidad. Otras veces, enseguida te das cuenta de que el asunto no tiene calado, de que de nuevo se trata de ese ponerse sin más a editar, de esa expresión tan recurrente, «es que me gusta mucho leer», sin tener claro a dónde se dirige, por qué se hace, qué tipo de literatura se busca, a qué lectores se quiere llegar.
Parecería que todo el mundo quiere ser editor.
Sí. Ser editor es como más glamuroso. El librero es el comerciante y se le mira de otra manera, aunque cada vez somos más respetados y mejor considerados
¿Te envían textos para que los leas antes de publicarlos?
Sí, sí. Y luego se me enfadan si no los leo. Me traen para leer textos… y no siempre puedo, por una cuestión de tiempo, sobre todo. Se molestan cuando les digo que no sé si voy a poder leerlos. Pero, oiga, usted es el editor, tiene que saber usted lo que se trae entre manos. Yo soy librera.
¿Cuál es el papel del librero en la sociedad?
Ah, yo como librera me siento muy importante. Nosotros estamos con todos: el autor, el editor, el distribuidor, el lector. Estamos en contacto con todas las patas en las que se sustenta este sector. Y esto no tiene desperdicio, comprenderás. Todo acaba pasando por la librería. Eso es fantástico.
Aparte, creo que una población sin una red variada de librerías es muy triste. En Madrid, Barcelona, hay tantas, tan diferentes, grandes, pequeñas. Eso es fabuloso.
Han cerrado muchas. Hace nada cerró una librería emblemática de Barcelona: Catalonia.
Y han abierto otras. En el barrio de Gracia han abierto muchas librerías, y por Madrid hay algunas recientemente abiertas que ya dan mucho que hablar… eso es bueno. Leer entrevista completa y ver hilo de debate en jotdown.es.
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