Martina empapa sus penas en un bloody mary - Relato literario de Eva Borondo
El contoneo curvilíneo de las piernas de Martina se debía a unas medias negras, a unos tacones altos y a sus muslos fuertes, capaces de iniciar guerras
El contoneo curvilíneo de las piernas de Martina se debía a unas medias negras, a unos tacones altos y a sus muslos fuertes, capaces de iniciar guerras.
En la barra pidió un “bloody mary”, una María sangrienta, pensó, e imaginó a una americana rubia, muerta a los pies de una cama, vestida de blanco satén y su cuello ahogado con perlas. De su boca, un hilo de sangre roja que se desliza por sus mejillas hasta un charco. Un sangrado espontáneo, una muerte por amor, sin cuchillos o pistolas.
Un desconocido con aspecto solitario miraba a Martina excitado. Ella tomó un sorbo de “bloody mary “antes de volver al rincón con sus amigas.
Mary, la mujer engañada, la mujer amante no correspondida. Martina también pertenecía a la estirpe de las Marías sangrientas. Fue a llorar su amor en la mesa.
El desconocido de la barra pidió otro “bloody mary”. Quería descubrir qué sabor tenía la sangre de Martina.
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